domingo, 11 de diciembre de 2011

Los enamoramientos

(de Javier Marías)

Ha pasado ya un mes desde que nos reunimos a conversar sobre Los enamoramientos, de Javier Marías. Al tener el tiempo en cierto modo limitado a una hora (muchos de nosotros queríamos acudir a la concentración en defensa de la enseñanza pública), parece como si los argumentos a favor y en contra de la novela hubieran de surgir con más rapidez y vehemencia que de costumbre. Y así fue: detractores y defensores se alternaron con agilidad en sus intervenciones, con un resultado que podríamos calificar de “empate técnico”.

A algunos, aunque fieles seguidores de Marías, les pareció la menos lograda de sus novelas; no les convenció a unos el final, a otros el que la protagonista/narradora no se plantee ningún dilema moral sobre si ha de denunciar o no lo que ha descubierto; a pesar del título de la novela, echaron de menos una justificación (o al menos una descripción) del proceso de enamoramiento: se nos ofrecen hechos consumados sin llegar a saber cómo se ha llegado a ese estado.

El estilo tan característico del autor, esa acumulación de subordinadas y de estilo indirecto llevado a su grado más elevado, provocó algunas críticas que llegaron a bautizarlo como “conjuntivitis” (Mª Ángeles dixit) por su excesivo uso de conjunciones en determinados pasajes.

Otros, por el contrario, vieron en ese ir y venir sobre una misma idea un fiel reflejo del estado obsesivo que nos provoca en ocasiones el amor: cuando alguien se enamora duda continuamente, le da vueltas al mismo pensamiento una y otra vez, no sabe si actuar de una manera o de otra… Sí que se plantearía, entonces, la protagonista el dilema moral, pero acaba resolviéndolo a favor de Javier, no sabemos si por los rescoldos de ese amor que le ha profesado o por albergar todavía dudas sobre su culpabilidad (in dubio pro reo).

Hubo quien apuntó que lo que el autor ha intentado es alejarse conscientemente de todos los patrones de las novelas románticas y policíacas que llenan las estanterías de novedades en las librerías. Así, Los Enamoramientos no quiere ser una novela de amor, porque a Marías no le interesa contarnos cómo se ha llegado al estado de enamoramiento ni describirnos sus causas y consecuencias; y no quiere ser tampoco una novela policiaca, pues aunque podría haber ahondado en la investigación del crimen y derivar la obra hacia esos derroteros no lo hace, consciente de que han sido muchos los que ya lo han hecho anteriormente. Lo que pretende ser (y para la mayoría, lo consigue) es una emocionante y profunda reflexión sobre todo lo que rodea a ese amor y a ese crimen: una cantidad enorme de temas que son desbrozados con una gran capacidad de análisis y que dejan para la memoria reflexiones bellas y certeras sobre la amistad, la envidia, la muerte, el olvido, la impunidad, la manipulación, la complicidad, etc.

También se valoró positivamente la técnica de incluir la crítica literaria dentro de la literatura: la aparición explícita de las fuentes del relato se va entretejiendo con la trama principal y va creando paralelismos entre ambas, con el tema recurrente de la muerte y sobre todo de la imposibilidad –o más bien la poca conveniencia- de regresar de esta. Así, aparecen como integrados en la novela los personajes de Balzac, Shakespeare y Dumas, y son ellos los que parecen explicar las causas de los comportamientos de María, Luisa o Javier. Incluso se utiliza una fuente lexicográfica, la curiosa definición de la palabra “envidia” en el famoso diccionario de Covarrubias, para hacer que lector dude seriamente de la inocencia de Javier, ya que en la propia definición de la palabra se nos advierte que la envidia suele anidar precisamente en el alma de los mejores amigos.

Ya veis lo que nos cundió una sola hora de tertulia: imaginaos si no llegamos a tener límite de tiempo (algunos habrían reescrito la novela, seguro).


El libro propuesto para la próxima tertulia (la primera semana a la vuelta de vacaciones de Navidad) es El abrecartas, de Vicente Molina Foix (editorial Anagrama).