Nuevamente nos honra con su inspirada prosa nuestra amada Mater fundatrix; aquí tenéis su estupenda reseña. Gracias, Josune.
Ignacio
Martínez de Pisón me parece un estupendo escritor. El día de mañana, su última novela y la tercera de él que leo, me
ha gustado mucho. Me apeteció leerla en cuanto salió, en cuanto conocí su
título, tuve una mínima noticia de su argumento y me entretuve en los detalles
de la portada. Mi querencia por las fotografías en blanco y negro es cada vez
mayor y, sobre todo, por ese tipo de fotografías que recogen instantáneas de
vida cotidiana de un pasado en el que había cosas que yo no he llegado a
conocer pero que, no obstante, me resulta próximo y familiar, como familiar me
parece esa referencia temporal que constituye el título y con la que en mi
infancia mis mayores nombraban al futuro: el
día de mañana no era un simple día, ni siquiera el día siguiente, sino
mucho más, un tiempo que habría de llegar inexorablemente y cuyo posible y
deseable esplendor estaba en mis manos, dependía de mi esfuerzo presente. Creo
que el anhelo de ese día de mañana más próspero y confortable recorre la
existencia de numerosos personajes de la novela y, por supuesto, la del
protagonista, Justo Gil Tello, a quien vamos a conocer por cuanto los demás
“dicen”.
Ese modo de
construcción novelesca, el relato que trece personajes bien distintos hacen de
cómo conocieron a Justo y en qué consistió su trato, mayor o menor, con él,
supone un gran acierto por parte del autor, pues, al tiempo que entre todos van
dibujando a un tipo oscuro, embaucador y poco recomendable, nos refieren sus respectivas
historias. En nuestra tertulia coincidimos en reconocer la originalidad y el
interés de estas narraciones, en algún caso superior incluso al que suscita “el
Rata”, sobre todo a medida que van quedando escasas dudas sobre su calaña
—ciertamente, con semejante apodo, pocas esperanzas de redención podíamos
albergar—. Mencionamos a algunos de estos personajes: Carme Román, la muchacha
que queda huérfana en la riada del 62 y marcha a Barcelona a vivir con sus
tíos; el policía, Mateo Moreno, que viene de un hospicio; Marc Jordana y
Chantal, a través de los que se perfila el ambiente de la progresía
izquierdista de la transición frente al de la ultraderecha, representado por el
periodista Manel Pérez; un ser marginal como Hilario Lazcano, que se convierte,
junto a Noel León, el niño de los palindromistas, en su fiel guardián… Todos
ellos hablan sobre Justo y ofrecen, desde sus vivencias, un espléndido fresco
de Barcelona entre los años cincuenta y la transición, paradigma de un país que
se afana en abandonar la larga convalecencia de la posguerra y la dictadura, y
persigue, con la determinación de los supervivientes, un día de mañana tan incierto
como prometedor.
Los
comentarios sobre la novela nos dieron pie a algunos a compartir recuerdos
personales a propósito de la muerte de Franco y del ambiente universitario de
aquellos años, tanto en Barcelona como en otras ciudades. Pero no fue unánime
el aprecio por la recreación de esta época. Hubo quien reconoció su hartazgo de
la evocación de esos años, por otra parte, menos novelados de lo que pudiera
parecer. No obstante, la obra mereció más elogios que objeciones. Podemos
destacar, entre los primeros, además de lo ya indicado, el estilo, la facilidad
con que se lee, y entre las segundas, la falta de polifonía real en las voces
de los personajes que hablan sobre Justo, tanto en el tono (similar en todos,
siendo tan distintos) como en su apreciación del protagonista. Y puestos a
echar de menos alguna voz más, la del propio Justo: ¿cómo explicaría él su
paulatina degradación?
En cuanto
al final, a mí particularmente me gusta mucho. Se me ocurre que esa extraña
casa o teatro o lo que sea que Justo Gil Tello va levantando con la ayuda de
dos muchachos bien podría representar el refugio de sus malogrados sueños. El
homenaje esforzado, silencioso e inútil a la única mujer que, además de su
madre enferma, de verdad le importó.El
solitario y triste cobijo de su miserable día de mañana.
JOSUNE.
Os recordamos que la próxima tertulia versará sobre la novela de Alice Munro La vida de las mujeres; la fecha que en principio se propuso fue el viernes 11 de enero.
En los 80, época de hombreras y peinados imposibles, ya lo
veíamos por los pasillos de la Facultad de Letras con sus casi dos metros de
altura, sus pantalones de peto y su pelo a lo afro; lo mismo podía estar yendo
a una clase de Sintaxis latina, que saltándose una de Fonética griega para ir a
tomarse unas cañas al Ipanema, el bar de la esquina, refugio de la bohemia
estudiantil murciana. Se rumoreaba que Luis coqueteaba con las Musas, aunque ninguno
de nosotros (los "pequeños", del curso posterior al suyo) habíamos leído
nada suyo. Años después me enteré de que entre esos pasillos y los de una
academia a unos metros de la facultad se gestó la fantástica Academia Europa,
la novela en que se mezclan sus recuerdos y vivencias de estudiante/profesor
"milpesetista" con los fantasmas de la mitología.
Tuvieron que pasar casi veinte años para que nos reencontrásemos
(ya sin el peto y el peinado afro) y compartiéramos departamento, alumnos,
amigos, compañeros, tertulias, comidas de los viernes, alegrías y algún que
otro disgusto. Por esas fechas ya era un escritor consagrado, y tuvimos la
suerte de vivir con él el momento en que se le reconoció internacionalmente con
el premio Alfaguara por su novela Mira si yo te querré. Y a partir de ese
momento las Musas se lo fueron llevando cada vez más a su Parnaso y la
enseñanza perdió un gran profesor. Por fortuna lo seguimos contando entre nuestros
amigos, y de vez en cuando nos honra con su visita. Como en la última tertulia,
la que hicimos sobre su novela Cárceles imaginarias.
Aunque fue una reunión breve, por cuestiones de logística,
nos dio tiempo a escucharlo hablar de la gestación de la obra, de cómo conoció
la sorprendente historia del editor comunista Giangiacomo Feltrinelli, de cómo
se enamoró de Valparaíso en su rápida visita a la ciudad. Algunos ya le habíamos
oído contar estas increíbles anécdotas en la presentación de la novela en la
FNAC hace unos meses, pero volvimos a disfrutar al oírle explicar cómo surgió
el personaje de Ezequiel Deulofeu, porque Luis Leante, aparte de un gran
novelista, es un magnífico "juglar" -o más bien un aedo homérico-, un
contador de historias que hipnotiza al público con sus palabras, ya se trate de
una clase de 2º de la ESO o de una audiencia de eruditos académicos.
Además nos contó parte del complejo proceso de montaje de la
estructura interna de la novela (sus esquemas, bases de datos, recopilación de
información...), y nos impresionó una vez más su capacidad para planificar el
trabajo, su rigor y dedicación, y su interés por dejar que los personajes se
caractericen por sus propios actos más que por el discurso del narrador.
Por su parte, algunos participantes en la tertulia
destacaron la habilidad de Leante para retratar el mundo editorial y anarquista
de Barcelona, los escenarios sórdidos de Manila, así como el acierto de mezclar personajes
reales con ficticios. Otros echaron en
falta un mayor peso en la caracterización de los personajes, sus motivaciones,
sus ambiciones... Pero todos estuvimos de acuerdo en elogiar la técnica de transcribir
los diálogos engarzados en la narración, sin que en ningún momento el lector
pierda la referencia de quién es cada uno de los interlocutores.
En fin, que aunque breve, disfrutamos de una tertulia
intensa y emotiva en la que tuvimos el placer de contar con el autor, que nos
ayudó a ver con otros ojos su obra. Gracias por tu presencia y tus palabras,
Luis. Te deseamos mucho éxito con esta novela y con las muchas más que seguro aparecerán
próximamente.
El libro sobre el que versará la próxima tertulia es El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón.
Como corresponde a una flamante clausura de curso, en esta ocasión nos honra con su ilustrada (e ilustradora) pluma nuestra mater fundatrix en persona, nuestra querida Josune. Disfrutad de la reseña.
Matar un ruiseñor (o Matar a un ruiseñor, como gustéis) entró en mi vida cuando yo tenía
doce años y empecé a sentir curiosidad por los libros que mi madre leía en la
cama y que descansaban durante el día en su mesilla de noche. Era un libro
voluminoso, de letra pequeña, tapas duras y título sugerente. Para mí era un
libro distinto de los que acostumbraba a leer por entonces ―los de internados ingleses
de mi admirada Enid Blyton—,
tanto en su aspecto como en las expectativas que en mí despertaba: ese era un
libro “de mayores” y yo no tenía ni idea de lo que los libros “de mayores”
encerraban, pero estaba decidida a descubrirlo.
La primera
parte de la novela me dio confianza pues describía el empeño de tres niños por
entretenerse en los largos días del verano, algo que yo comprendía muy bien. La
fijación que ellos mostraban con la silenciosa mansión de los Radley y sus misteriosos habitantes se
parecía bastante a la obsesión que toda mi pandilla tenía con Pío y Pantxika, el anciano matrimonio que vivía en el caserío más próximo
a mi barrio y del que nos inventábamos truculentas historias mientras
espiábamos su sosiego en la hora de la siesta. Para mi sorpresa, en los libros
“de mayores” cabían las fantasías y aventuras de unos niños, pero estaba claro
que esa historia debía contener otros ingredientes que no se hallaban en mis
anteriores lecturas. No tardaría en descubrirlos, con asombro y con dolor,
porque el caso de Tom Robinson me
conmovió como lo hacían algunas circunstancias reales de las que yo tenía
noticia y sobre las que, si preguntaba, se me daban pocas y muy escuetas
explicaciones. La historia de Tom
Robinson era de una injusticia y de una crueldad intolerables. Sin embargo,
no estaba todo perdido en aquel lugar ni en el mundo: existían Atticus Finch,Maudie,Calpurnia,Heck
Tate y Boo Radley, a quien
finalmente Jem y Scout le deben la vida. Sobre todo, existía Atticus Finch. Y ahora, tantos años después, puedo afirmar que mi
fijación con esta novela se debe, sin duda, a lo que este personaje representa.
Comentamos
varias cosas en torno a él en nuestra tertulia. Alguien afirmó que resultaba
inverosímil su perfección, su perfil de una integridad sin fisuras, que tal vez
responde a un contexto histórico y social en el que se hacía necesario un
“héroe” así. Puede ser. No obstante, también se indicó que su actitud combativa
con el racismo imperante en la sociedad sureña estadounidense de aquellos años
puede equipararse a otras muchas posiciones necesarias y difíciles de mantener
en ámbitos y contextos históricos y sociales muy diversos. Maudie, la atenta vecina de los Finch,
les explica a Jem y Scout algo esencial sobre su padre y que
guarda estrecha relación con lo que estoy comentando: Quiero deciros sencillamente que en este mundo hay hombres que nacieron
para hacer los trabajos desagradables que nos corresponderían a los otros.
Vuestro padre es uno de tales hombres. (p. 340)
En otro momento de la novela, es el propio Atticus quien expone a su hija por qué
ha aceptado un caso tan polémico: Este
caso, el caso de Tom Robinson, es algo que entra hasta la esencia misma de la
conciencia de un hombre… Scout, yo no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si
no probara de ayudar a aquel hombre. (pp. 168 y 169) Atticus Finch hace, sencillamente, lo que cree que debe hacer para
estar en paz consigo mismo y poder seguir siendo un referente para sus hijos. Y
eso, hacer lo debido a pesar del riesgo y los inconvenientes que ello le va a
suponer, es lo que las buenas gentes de Maycomb
necesitan que Atticus haga por ellos.
Es el de este personaje un heroísmo de carácter moral y si tanto impacto nos
produce es, en mi opinión, porque en la vida de todos aparece alguna vez un
acontecimiento así: una realidad extremadamente injusta y la necesidad de que
alguien acepte la responsabilidad de hacer lo debido y, asumiendo las
consecuencias de su decisión, lo haga.
Desde el
punto de vista literario, Matar un
ruiseñor me parece una delicia. La composición de la novela resulta
impecable. Otra de las cosas que comentamos es la viveza con que la narradora
refiere hechos pasados, por lo que en algunos momentos llegamos a pensar que
los está contando Scout niña y no
adulta, cuando no es así. El mundo de los niños abre y cierra la historia, y
enmarca el desgraciado caso de Tom
Robinson. El desenlace supone un epílogo de algún modo reparador de la
insufrible injusticia que se ha cometido con Tom y que lo conduce a la muerte. Al final muere el verdadero
responsable de todas las desgracias ocurridas, y es el sensato sheriff del Condado de Maycomb, Heck Tate, quien formula la versión oficial de que Bob Ewell se cayó sobre su propio
cuchillo, de modo que Boo Radley, el
silencioso y vigilante “ruiseñor”, pueda seguir viviendo en paz, a salvo del
mundo.
También
hablamos, cómo no, sobre la espléndida película que Robert Mulligan hizo con esta novela. Por lo visto, fue la propia
autora la que eligió a Gregory Peck
para el papel de Atticus.
Indiscutible acierto. Cabe destacar también que Matar un ruiseñor es la única novela de su autora, Harper Lee. Consiguió el Premio Pulitzer en 1961 y no ha dejado de editarse desde entonces. A mí me sigue
pareciendo una novela imprescindible y estoy muy contenta de que al fin haya
pasado a formar parte de nuestra tertulia.
Por cierto,
en la ya clásica encuesta de fin de curso, la novela más votada fue El abrecartas de Vicente Molina Foix y
la tertulia que más gustó, la de La conquista
del aire de Belén Gopegui.
¡Felices
vacaciones a todos!
Josune
Os recordamos que la próxima obra sobre la que departiremos, allá por septiembre, será la última novela de Luis Leante, Cárceles imaginarias (Alfaguara, 2012). Si todo sale como está previsto, podremos contar con la presencia del propio autor en la tertulia.
Acabamos con una foto de los tertuliantes casi al pleno (faltan figuras señaladas, lo sabemos, pero es lo que tiene el "fugarse" la despedida...)
Hoy estrenamos cronista de lujo: recién llegada del reino de León, nos deleita con su fluida prosa nada menos que nuestra insigne contertulia Josefina. Esperemos que este sea el principio de una larga serie de colaboraciones, tanto suyas como de otros tertuliantes que se animen a darle vidilla a este blog. Aquí tenéis la reseña, recién salida del horno:
La conquista del aire
(Belén Gopegui, 1998) sitúa la trama a mediados de la década de los 90 , en los
últimos años del gobierno de Felipe González, y nos cuenta cómo las vidas y los
ideales de tres amigos se verán trastocados por algo tan simple como un préstamo . Carlos Maceda
necesita capital para mantener a flote su empresa y pide prestados 8 millones de
pesetas a sus amigos, Marta Timoner y
Santiago Álvarez. La historia no es más que eso y la autora no necesitaba - como
señalaron algunas contertulias a las que no les gustó demasiado la obra –
páginas y páginas de reflexiones sobre lo justo y lo injusto, lo que se debe
hacer y lo que no. Un amigo necesita tu ayuda y tú, si puedes, se la prestas y
ya está. Punto.
Pero
la historia sí es más que eso. No es un préstamo cualquiera; Marta y Santiago
le están prestando dinero a su amigo para ayudarle a mantener un proyecto de
vida, unos ideales que se están tambaleando, y eso es lo que significa la
empresa de Carlos para estos amigos: es el proyecto de todos ellos, el reducto
donde salvaguardar esos ideales; son gente
de izquierdas, convencidos de sus ideas y de su lucha por un mundo mejor,
coherentes –o eso creen- en su estilo de vida y en búsqueda constante de la
justicia social. Por eso aceptan prestar todos sus ahorros sin dudarlo.
Sin embargo, todo cambia cuando empiezan a
plantearse por quélo hicieron ¿por
voluntad propia?, ¿por obligación? Y es entonces cuando esa búsqueda de la
felicidad, esos ideales se dan de bruces con la realidad, con personajes como
Manuel Soto, Leticia Tineo o Lucas, que viven esa realidad sin prejuicios; y
llega la soledad, el miedo al fracaso, la mala conciencia, las contradicciones,
la sensación de estar, no donde han elegido, sino donde han decidido: Elegir…
significaba determinar los fines de acuerdo con la razón. Tomar decisiones era
sólo escoger entre los deseos de un muestrario concebido por el apetito propio
o ajeno, casi siempre ajeno. (página 221).
La vida de cada uno de ellos se trastoca y ese
dinero condiciona las decisiones y las elecciones posteriores sin que ellos
puedan o quieran ya controlarlo : Tu
problema es qué haces con lo que puedes controlar, le dice Sol a Santiago
que se va a casar con una “pija”(así
apodamos a la pobre e ingenua Leticia Tineo en la tertulia)que lo llevará de vacaciones a Bali.
Y a
pesar de todo, los tres amigos organizarán sus vidas con sorprendente facilidad
y cada uno encontrará su lugar en el mundo en el sitio más insospechado y del
que hubieran renegado dos años atrás: Santiago en una apacible vida burguesa
junto a una mujer totalmente diferente a su antigua compañera,Carlos en su trabajo en una multinacional y
Marta en la relación recuperada con Guillermo en la nueva casa que alquirán
cerca de un parque.Las primeras y
últimas frases del libro describen, real y metafóricamente, laevolución vital de los tres amigos: No dormían. Era martes 11 de octubbre de
1994, la noche había caído sobreMadrid(…),
Carlos Maceda, Santiago Álvarez y Marta Timoner se debatían con el insomnio, y
324 páginas después: En la madrugada del
26 de noviembre de 1996, Carlos Maceda, Santiago Álvarez y Marta Timoner duermen. Sobre su piel
cansada, el mundo está ordenado aparentemente. Es la evolución de unos jóvenes, idealistas y soñadores, que siempre
estaban en alerta, intentando conquistar el aire que se les escapaba entre los
dedos, hacia unos jóvenes ,ya maduros, que diríamos ahora, que han aceptado ya
las razones de los otros, las reglas del juego de la realidad en la que viven y
esa aceptación les da, por fin, cierta paz.
Respecto
al libro, había opiniones diversas entre los que llegamos al final de la historia. Es una
obra de una estilo bastante original que contiene mucha información y un gran
dominio del discurso político y filosófico; todo aderezado ,a veces, con cierto
tono poético que obliga a una lectura pausada y concentrada. A algunos nos gustó el libro, por la historia
y por la forma de escribir de su autora; a otra le pareció un rollo, pero le
gustó haberlo leído; a otras les parecieron demasiadas páginas para una
historia tan simple…
Aún así, creo que a nadie nos dejó indiferente y la
tertulia se fue haciendo cada vez más interesante a medida que evocábamos nuestros
propios ideales de juventud, las largas conversaciones sobre lo divino y lo
humano en la universidad, las reuniones con grupos cristianos, etc. Hay que
tener en cuenta que la mayoría de nosotros somos de “la quinta” de los
protagonistas y nos veíamos reflejados en muchas situaciones del libro. Recordamos, con cierta nostalgia,lo habitual que era entonces hablar y hablar
durante horas sobre cualquier tema de índole socio-político-filosófico y nos
dimos cuenta cuán diferentes son las inquietudes y aspiraciones de los
treintañeros de ahora.
Y para los que
habéis conseguido llegar al final de la reseña aquí os dejo el poema que evocan
Sol y Santiago en su último encuentro. En la belleza de los últimos versos sí
que estuvimos de acuerdo todos los contertulios.
Mantos de cielo
Si tuviera los mantos bordados del cielo,
tejidos del oro y la plata de la luz,
Los mantos azules, oscuros y negros del cielo
De la noche, de la luz y la media luz
desplegaría los mantos bajo tus pies:
pero siendo pobre no tengo más que mis sueños,
he desplegado mis sueños bajo tus pies
pisa suavemente... porque pisas mis sueños.
Son versos de William Butler Yeats
(1865-1939), poeta, prosista y dramaturgo irlandés, Nobel de Literatura de
1923. Son de The Wind Among the Reeds - (El viento entre las
cañas) de 1899.
Josefina Domínguez
Por cierto, ¿concéis la película que se rodó sobre esta novela (Las razones de mis amigos, de Gerardo Herrero, 2000)?
La próxima tertulia versará sobre Matar un ruiseñor, de Harper Lee, y se celebrará el próximo 8 de junio.
Cuando las cosas se van postponiendo de un día para otro pasa lo que pasa, que se van olvidando y, cuando te quieres dar cuenta, ha pasado más de un mes y no las has hecho. Eso es lo que ha ocurrido con esta reseña, que se tendría que haber publicado (y redactado, obviamente) a principios de marzo, que fue cuando tuvo lugar la tertulia sobre Hoy, Júpiter, de Luis Landero.
Claro, ahora toca sufrir las consecuencias: ¿quién se acuerda de lo que se habló en esa reunión?
Al paso del tiempo hay que añadir que fue una tertulia especialmente ruidosa, no por los participantes (siempre tan moderados y educados) sino por otros grupos que ocupaban el local y hacían que se cruzaran las conversaciones, las risas… Probablemente nosotros también estaríamos interfiriendo en sus charlas, pero ese es otro asunto.
Quienes ya habían leído el libro anteriormentecomentaron un fenómeno curioso, que no recordaban casi nada de la trama cuando volvieron a leerlo por segunda vez. Parece que se debe –según dedujimos- a que realmente no es una novela donde “pasan cosas” que luego puedas recordar claramente, de hecho el argumento se podría resumir en tres o cuatro líneas. Lo que importa es el cómo están contadas esas cosas, el magistral dominio del lenguaje que muestra Landero y en el que todos coincidimos.
La estructura de la obra también mereció alabanzas; las historias de Dámaso y Tomás, paralelas y al mismo tiempo entrelazadas en el tiempo y el espacio, confluyen finalmente y aúnan de una manera muy hábil personajes y escenarios.
Por citar alguna crítica de las que se pronunciaron, los personajes femeninos no parecen salir muy bien parados en la novela, no adquieren la profundidad que tienen los protagonistas o los “secundarios” (el padre de Dámaso, Bernardo): la mujer de Tomás, tan al margen de las inquietudes de su marido (aunque al final se nos revele su secreta pasión), o la madre de Dámaso, que permanece impasible aun sabiendo toda la verdadsobre su familia, o la novia que pasa como de puntillas por la obra…
Comparando Hoy, Júpiter con otras obras del mismo autor (sobre todo con Juegos de laedad tardía) se comentó la predilección que tiene Landero por el tema de la impostura, del aparentarser quien no se es. En algunas ocasiones, los personajes (como Tomás) fantasean con lo que hubieran querido o podido llegar a ser,porque la vida que llevan les resulta demasiado mediocre para sus auténticas posibilidades. Otras veces (como Dámaso) se maldicen por no ser lo que los demás esperan que sean: su padre tenía tantas expectativas puestas sobre él, que no puede evitar sentirse una verdadera decepción para este. Todos los contertulios coincidimos en lo triste que puede llegar a ser que un hijo advierta que su padre nunca se sentirá orgulloso de él, que hubiera preferido que su hijo fuera de otra manera completamente diferente (algún tertuliano confesó sentirse reconocido en esta durísima situación). Este sentimiento marcará a Dámaso haciéndole sufrir muchísimo y llevándole a odiar a Bernardo, el ojito derecho de su padre. El odio y la venganza se convierten así en la razón de la existencia de Dámaso. Lo inesperado de la trama llega al final, cuando descubrimos que Bernardo también ha pasado un auténtico calvario para satisfacer las expectativas del padre de Dámaso: se ha inventado una vida, casi una identidad nueva, solo para darle gusto, transformándose ante Dámaso y ante el lector de verdugo en víctima. El odio que había sentido Dámaso por él durante toda su vida no tenía ningún sentido.Para algunos tertulianos la resolución es bastante inverosímil, forzada; para otros, un giro magistral que remata con acierto buena novela de un muy buen narrador.
La próxima tertulia, que tendrá lugar el 17 de abril, versará sobre la novela de Belén Gopegui La conquista del aire.
Apreciada Setefilla (o Seta, como sé que le llamaba su familia):
Le remito esta carta a su antigua dirección alicantina en la esperanza de que, tras su jubilación, haya tenido a bien retirarse a estas tierras levantinas rebosantes de sol, de aroma a azahar, de recortes y corrupción. No sé siquiera si el abnegado (y recortado) funcionario de correos que se haga cargo de su entrega identificará la vetusta denominación de la calle en la que antaño vivió con la actual Avenida Maisonnave; confiemos en el buen hacer y recto proceder de tran probo servidor público.
Se preguntará Usted cómo, a sus noventa y pico años, continúa aún recibiendo cartas de desconocidos, máxime en estos tiempos en que el correo electrónico (vulgo “e-mail”) ha desbancado casi por completo a las obsoletas epístolas de papel y tinta. No se alarme, por favor: no se trata de un perturbado que quiera venderle a Usted alguna reliquia y/o prenda íntima de alguno de los ilustres personajes que se cruzaron en su camino.
Paso a exponerle el motivo de mi misiva: me dirijo a Usted, con todo el respeto que me merece, como portavoz de un grupo de lunáticos (en el buen sentido de la palabra, si es que acaso lo tiene) que en sus ratos de ocio se reúnen a hablar de literatura. Por ventura cayó en nuestras manos recientemente una obra de un tal Vicente Molina Foix (al que creo que Usted habrá tenido el gusto de conocer) en la que se encuentran reunidas –o tal vez simplemente imitadas de hábil manera- gran parte de las cartas que Usted cruzó a lo largo de su vida con diferentes personajes de su entorno; el tal Molina Foix también recoge (o imita, insisto) otras muchas epístolas de otros tantos individuos que pulularon por su vida o incidieron en ella de manera directa o indirecta.
Tras una lectura detenida de dicha obra, dedujimos (siempre le hablo de nuestro grupo de lunáticos) que era Usted el hilo conductor de la trama y el tronco común al que se enlazaban de una u otra forma todas las ramificaciones secundarias de ésta (disculpe que acentúe el deíctico –tilde, como sabrá, recientemente abolida por la RAE- en mi afán de remedar aunque sea remotamente su fluida y un tanto arcaizante prosa epistolar).
Seguirle la pista a lo largo de las páginas de esta obra (he omitido decirle que el autor la ha bautizado como El abrecartas) nos llenó de emoción; todos coincidimos en que su historia es la más conmovedora y la que da unidad a la compleja y magistral estructura de la novela; algunos nos atrevimos a aventurar un parecido entre Usted y otras ilustres “epénticas” del mundo de la literatura infantil o de la radio. Cierto es que nos conmovió de igual modo la figura de su primo, el escritor inédito Rafael Sanahuja, así como el retrato que hace en sus cartas de García Lorca. Nos pareció memorable la semblanza de otros tantos personajes reales y conocidos (Vicente Aleixandre, Miguel Hernández…) o no tan conocidos (el cineasta Maenza).
He de confesarle que no todo fueron alabanzas: para serle sincero, le diré que alguna crítica suscitó la dilatada extensión de la obra, así como la inclusión de los informes de Ramiro Fonseca. No obstante, este último punto fue valorado positivamente por otros, que vieron en él una manera idónea de reflejar la otra cara de la moneda, la censura franquista; del mismo modo que Usted, también este individuo nos sirve de hilo conductor, al recabar información sobre casi todos los personajes que danzan por las páginas del libro (hubo incluso quien propuso que el título, El abrecartas, pudiera hacer referencia al tal Fonseca, al tener éste acceso a la correspondencia intercambiada entre unos y otros).
Le diré por último, para no cansarla más con esta carta supongo que tan inesperada para Usted, que nos pareció a la mayoría un relato de lo más acertado de la historia de nuestro país entre la República y la transición, a base de magistrales pinceladas y de retratos de personajes reales y ficticios, célebres y anónimos, combinados con singular pericia.
Reciba Usted en su merecido retiro el más cariñoso saludo de su grupo de admiradores, siempre a su entera disposición.
El Sofá.
P.D.: ¿Es cierto el rumor que corre en los círculos intelectuales de que piensa revivir a Nora, su heroína literaria, en una nueva novela, Nora, la nueva musa de la derecha? Dada su trayectoria vital e ideológica, dudo que sea cierto: más bien se tratará de un bulo malintencionado difundido por los colectivos “antiepénticos” que siempre han intentado oscurecer su figura.
P.P.D.: Permítame recordar a los lunáticos de nuestro círculo que la novela propuesta para la próxima tertulia (probablemente el 1 de marzo) es Hoy, Júpiter, de Luis Landero.