domingo, 14 de abril de 2013

Las baladas del ajo

(de Mo Yan)



Ya hace varias semanas que tuvo lugar la tertulia sobre Las baladas del ajo, de Mo Yan, pero por unas cosas o por otras hemos ido dejando la elaboración de esta crónica por asuntos más urgentes (de índole vacacional, básicamente).

Estrenamos sede, en este caso la bonita tetería La Puça en la calle García Morato, 22, que esperamos que sea "la definitiva".  En un ambiente muy agradable y con algún espectador que otro, departimos sobre la obra del premio Nobel chino. La tertulia comenzó con una frase redonda y llena de sentido pronunciada por nuestra fundatrix: "La buena literatura sostiene bien el dolor". Las comillas son una licencia poética, porque no la recuerdo textualmente (nota mental: en la próxima tertulia anotaré frases textuales). Si fuera un endecasílabo sería uno de esos finales redondos de un soneto de Lope o de Quevedo (del tipo "polvo serán, mas polvo enamorado"); o quizás sí que lo era -de sobras es conocido el estro poético de nuestra mater- pero ha perdido o ganado sílabas en la transcripción de este cronista. El caso es que resume todo lo que se dijo a continuación: la novela está magistralmente escrita (pese a la traducción, no sabemos si acertada, se trasluce la grandeza de la prosa de Mo Yan), lo que nos ayuda a sobrellevar todo el sufrimiento y la miseria que nos presenta en sus páginas.

Esta acumulación de elementos negativos (violencia, crueldad, dolor, odio, malos tratos, suciedad, pobreza, abuso de poder, y un largo etcétera) dio pie a un debate sobre si la obra reflejaba la realidad de la China rural en los años 80 o si simplemente era una abstracción literaria del autor para poner de relieve tales miserias. No es posible -dijeron algunos- que confluyan en una sola familia, en un solo pueblo, tantas desgracias, sin un pequeño rayo de luz que dé alguna esperanza. Se comparó la novela con Los santos inocentes, de Delibes: la realidad de la España rural en la postguerra podría no ser tan terrible como allí se plasma, pero es cierto que hechos como los que nos presenta Delibes ocurrían en el campo extremeño (y en muchos otros) aunque no todo fuera así.

Esta presentación de la realidad china con toda su crudeza, sin paliativos ni elipsis poéticas, podría interpretarse como una crítica al sistema comunista; los abusos cometidos por los oficiales son en parte el desencadenante de los sucesos que se cuentan, pero también es cierto que se trata de una desviación de la idea original del comunismo: los oficiales suponen la personificación de la corrupción y del abuso de poder, mientras que el joven militar abogado (uno de los únicos personajes positivos de la novela) encarnaría los ideales puros del comunismo sin adulterar -alguien apuntó que podría tratarse del alter ego del autor-. Así se explicaría que la novela, como el resto de la producción de Mo Yan, no haya tenido problemas con la censura del régimen. Se comparó este hecho con la posición de Leonardo Padura en Cuba: sus novelas presentan la realidad cubana con todos sus claroscuros, y pese a ello son permitidas por el régimen cubano. Otra explicación que se apuntó fue la posibilidad de que ambos regímenes permitan estos casos de "disidencia literaria" como una muestra de aperturismo, para dar a entender al mundo exterior que no son tan terribles como los pintan estos escritores.

La crítica no se limita solo al régimen político, sino que se extiende por igual a las tradiciones ancestrales que coartan la libertad personal; cobra especial relieve la situación de la mujer, su papel de segunda o tercera categoría en la sociedad china, sobre todo a la hora de decidir sobre su destino o su cónyuge. De hecho, este es el desencadenante de gran parte de la tragedia: Jinju no acepta el matrimonio que le imponen sus padres, imposibilitando así los futuros enlaces de sus hermanos y arruinando su propia vida. Es más: ni siquiera después de muerta es dueña de su destino, ya que los hermanos se salen con la suya al celebrar una escalofriante y macabra boda que hace que La novia cadáver de Tim Burton parezca un dulce cuento de hadas.

Un respiro a tanta desgracia y escatología lo representan las coloristas descripciones de paisajes, así como los elementos mágicos que salpican la narración (aunque a veces la magia no está reñida con la crueldad y el ensañamiento, como el episodio del feto parlante del hijo nonato de Jinju).

Por último se hizo hincapié en dos grandes aciertos de la novela: su compleja y elaborada estructura, con su comienzo in medias res y sus continuos saltos temporales hacia atrás y adelante, y su soberbia escena final con la huida en la nieve, de un lirismo y una dramática plasticidad que cierran "con broche de oro" (permítaseme una expresión tan rancia) una obra que, guste o no guste al lector, es imposible que lo deje indiferente.

 

El próximo libro del que hablaremos en la tertulia es El ruido de las cosas al caer, del colombiano Juan Gabriel Vásquez (premio Alfaguara 2011). Si no hay cambios, nos reuniremos el jueves 16 de mayo. Que la tercera evaluación os sea leve.