RESEÑA DE SOCORRO:
Receta
- Sicilia y sus tópicos.
- Historias de familias.
- Un poco de repostería.
- Vidas de santos. Santa Ágata.
- Tensas relaciones entre hombres y mujeres.
- Sexo.
- Pechos en abundancia.
Preparación:
Mezclar y agitar bien todos los ingredientes hasta que formen una masa sin cuajar, dividir luego en tres partes iguales y listo.
Consumir preferentemente en verano y estando de buen humor. En otras circunstancias podría resultar fatal.
Es una pena, pero este podría ser el resumen de nuestras impresiones sobre la novela de Giuseppina Torregrosa Un dulce par de senos.
Como los “ingredientes” son atractivos, todos empezamos a leer la novela con ánimo y esperanzados y la primera parte, en la que la narradora Agatina nos cuenta la historia de su familia paterna, desde sus bisabuelos, en un pueblo de Catania, a sus abuelos Ágata y Sebastiano, ya en Palermo, sus tíos, su padre… esta primera parte, digo, sin llegar al entusiasmo, no nos disgustó (aunque algún contertulio ni siquiera tuvo compasión con el principio), tal vez porque ya es en sí misma una pequeña novela. Tres son los temas de los que habla la autora y que ya aparecen en esta parte:
- El escenario. Sicilia: Catania, Palermo, mercados, barrios, olores, colores, el mar, flores, cocina… la familia, la mafia, la religión...
- El contexto social: la falta de consideración a la mujer casi “institucionalizada” en la isla que se deja ver en las herencias (el mayorazgo), el matrimonio (“traspaso de propiedad”, la dote), el maltrato físico.
- El tema fundamental: las mujeres. Sus inseguridades, su dependencia del hombre, su vulnerabilidad ante la enfermedad, su miedo a perder el atractivo físico, a ser rechazadas, sustituidas o abandonadas por el hombre
El problema es que tras la primera parte no aparece la palabra “fin” y la segunda parte no es más que una repetición de los temas anteriores pero cambiando el escenario (nos vamos a un pueblo entre Palermo y Agrigento) y los personajes. Nos cuenta ahora Agatina la historia de su familia materna, desde su bisabuela Doña Assunta a sus abuelos Alfonso y Margherita (“la mujer del misterio” que nunca se aclara), sus tías Titina y Nellina, la criada Ninetta. Los hombres siguen humillando y maltratando a las mujeres, cuyo máximo deseo es casarse como sea y tener hijos, y las mujeres siguen enfermando y perdiendo sus pechos. Es como si la autora quisiera resaltar la importancia de estos temas (cáncer de mama, el machismo…) repitiendo una y otra vez los mismos esquemas de la primera parte pero de forma cada vez más exagerada. Es posible que la verosimilitud no fuera uno de sus objetivos (así al menos lo esperamos), pero este recurso de la repetición y la exageración desde luego no ayudan a que nos creamos lo que nos cuenta, más bien todo lo contrario.
Y si la novela hubiese terminado aquí, nos habríamos quedado un poco perplejos, es cierto, pero contando con la inestimable ayuda del verano y la buena disposición que siempre tenemos en época vacacional, nos habríamos olvidado pronto del libro y hasta incluso podríamos haber tenido alguna palabra simpática para él y su autora. Pero no fue así, y a la segunda parte le siguió una tercera ya absolutamente desmesurada y fuera de control. Agatina, tras estudiar medicina en Roma y comenzar a ejercer como ginecóloga, siente nostalgia y regresa a Palermo. Su padre ha fallecido y las relaciones con su madre (un tema que la autora no acaba de resolver) y sus hermanos no son buenas. Alquila la antigua casa de su añorada abuela Ágata, el personaje más logrado de la novela, y se enamora del dueño del edificio, Santino Abbasta, un mafiosillo “consorte” de poca monta. Y aquí empieza el desastre total, no solamente para Agatina, humillada y maltratada “con gusto” por Santino, sino también para nosotros, los lectores, que asistimos con estupor a algo que no tiene ningún sentido, raya con lo cómico (sin pretenderlo), con lo grosero y hace que nuestro buen humor inicial se transforme en enfado monumental, porque a los lectores nos gusta que nos tomen en serio. Siguen las repeticiones anteriores y, por supuesto, Agatina enferma y pierde, como su bisabuela y sus tías, un pecho. Y tras una serie de aventuras empresariales y amorosas que había que colocar con prisa en algún sitio, Agatina da a luz a un niño al que, como homenaje al hombre que acabó con su dignidad decide llamar Santino. Y esta vez sí, aparece la palabra fin.
Desde el punto de vista literario, la novela hace aguas por muchas partes y la tertulia no fue compasiva con ella: precipitación, las coordenadas del tiempo no aparecen claras, temas apuntados que no sabe concluir, poca eficacia del recurso, para nada ya novedoso, de mezclar literatura y cocina… Pero posiblemente una de las cosas que más nos llamó la atención es la dureza con la que se refiere a los resultados de la amputación de un pecho (“agujero”, “cráter”, mujer “mal hecha”) y la insensibilidad y el egoísmo con la que los hombres de la novela se enfrentan, sin enfrentarse, a esta enfermedad. Y es en este punto donde nos olvidamos del libro y empezamos a hablar de la vida, de cómo la pérdida de un pecho puede resultar traumática para algunas mujeres por diferentes motivos (estética, placer, autoestima) mientras que otras pueden vivir esta situación con cierta normalidad, hablamos de ese miedo latente que sentimos las mujeres antes de una consulta ginecológica, del miedo a la muerte, de la actitud de los hombres, afortunadamente muy lejos de todos los Santinos Abbasta del planeta, de los avances de la medicina, hablamos hasta de cine y televisión, y una vez más la tertulia mejoró la novela.
Y si, como dijo Virgilio, “Audaces Fortuna iuvat”, debo ser yo una persona muy “afortunada” por haber tenido la audacia, la osadía de proponeros como primera lectura del curso esta novela. ¡No me lo tengáis en cuenta! Y gracias, Josune, por tus palabras, tan animosas y tan ciertas: “Tranquila, Soco, hay que leer de todo”.
Nuestra próxima cita será con Los enamoramientos, de Javier Marías, el 3 de Noviembre. ¡Hay que darse prisa!
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