RESEÑA ENVIADA POR JOSUNE.
El título del libro de relatos que comentamos en nuestra tertulia el pasado 19 de enero es también el del primer cuento, uno de los que a mí más me han gustado. Un hombre de mediana edad se entretiene en observar y alimentar a los peces de su acuario. Su hija, una joven condenada a usar muletas para siempre como consecuencia de las heridas causadas por un atentado terrorista, le pregunta cuál de esos peces podía ser ella. El padre elige el blanco, «(...) un molly blanco, el único que me queda de esa clase. Había nacido en el acuario. Un día, hace lo menos tres años, fui a limpiar el filtro y encontré dentro dos alevines, uno que ya murió y ése. Sus progenitores tampoco sobrevivieron a los meses en que descuidé el acuario. Aunque pequeño, puede que sea el pez más viejo de cuantos me quedan. (...) Desde aquella tarde se acercaba al acuario con más frecuencia que en tiempos anteriores. ¿Dónde estoy que no me veo? Lo preguntaba con la cara casi pegada al cristal. La llenaba de contento descubrir al molly escondido entre las plantas. Lo saludaba, se dirigía a él con su propio nombre, le decía cosas por lo general graciosas. También le decía que le daba pena su soledad. Triste.» (pp. 29 y 30) Triste este cuento, triste el libro. Pero lo peor es que lo que refleja rezuma verdad, realidad. Y eso, que estas historias tan tristes sean de verdad, es lo que a mí me resulta insoportablemente triste.
Sin embargo, el libro nos gustó, nos gustó mucho y creo que a todos, lo cual se ha dado muy pocas veces en la historia de nuestra tertulia. Dice el maestro Serrat en una de sus bellas canciones: «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio». Tal vez lleve razón. La verdad suele ser sencilla y clara, y a veces llegamos a ella tras dolorosas peripecias que podríamos habernos ahorrado. Todo por demorar el encuentro con lo que es tal y como es, sin trampa ni cartón, sin remedio. Ahí es donde nos espera la tristeza, en la constatación de que la realidad ante la que nos situamos podía haber sido de otro modo; pero es ASÍ, nos guste o no.
La joven protagonista del cuento de los peces fue un sábado por la mañana a sacar dinero al cajero de la oficina que los etarras habían elegido para poner una bomba. Pudo haber ido en otro momento o a otro cajero. Pero fue a ése justo cuando la bomba estalló y marcó para ella y los suyos la negra raya entre el antes y el después en su vida, para siempre, sin remedio. Ésa es la verdad. El azar elige a las víctimas de la violencia terrorista y la onda expansiva del terror siembra el miedo por todas partes.
En otros relatos de este libro el terror se dirige a quienes los criminales consideran sus enemigos, o enemigos del pueblo vasco, al que ellos, según afirman, defienden y pretenden liberar. En estas historias los terroristas señalan qué ideas o actitudes pueden acarrear la desgracia y la muerte. La tragedia de las víctimas y sus familias convierte el miedo de los demás en silencio e inhibición. Además de con la vida rota, las víctimas se quedan solas. Algunas siguen viviendo allí; a otras no les queda más remedio que irse. Triste.
Fernando Aramburu, el autor de la obra, nació en San Sebastián en 1959. Veo difícil reflejar, del modo en que él lo hace en este libro, la realidad de la sociedad vasca sojuzgada por el terror de ETA sin conocerla bien. La descripción de los tipos humanos está lograda mediante una portentosa selección de actitudes y de palabras. Si a la expresión le faltan verbos no es porque el autor los haya olvidado sino porque están ausentes también de los vascos a los que pertenece. El cuento es un género muy difícil porque esconde mal tanto sus excesos como sus carencias. A mí me parece que a estos diez cuentos ni les sobra ni les falta nada, y que, además, se le debe reconocer a su autor el mérito de mostrar no sólo la tragedia de la barbarie terrorista sino también la ideología que la sustenta, y de no dejarse a nadie fuera de la fotografía que nos ofrece. En Los peces de la amargura estamos todos.
Hay literatura prescindible y hay literatura necesaria. Este libro pertenece a la segunda categoría. Casi todo lo que hablamos en la tertulia trascendió lo literario porque siempre la vida es antes y es más, y la lectura de estos relatos nos obliga a conocer los motivos por los que el nacionalismo radical sigue teniendo adeptos, pues, contemplado desde fuera y desde lejos, resulta incomprensible, absurdo, triste.
Algunas víctimas del terrorismo han dicho muy claro que ni olvidan ni perdonan y me parece más que probable que quienes no lo han dicho también lo piensen. Están en su derecho. Creo que yo, en su lugar, sentiría lo mismo que ellos. Ojalá los asista a todos la fortaleza del molly blanco y salgan adelante sin demasiada amargura. No dejo de preguntarme, desde que acabé de leer el libro, cuál de los peces del acuario sería yo...
El libro propuesto para la próxima tertulia (sobre mediados de febrero) es Lo que el día debe a la noche, de Yasmina Khadra (Ediciones Destino, Barcelona 2009)
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