No ha sido fácil encontrar a alguien que se prestara a hacer al menos una reseña (y no digo ya una defensa) de esta novela sobre la que versó la tertulia del pasado 3 de marzo; todos coincidimos en lo fácil que puede llegar a ser para un traductor “cargarse” la obra de un novelista, como ha sido el caso: errores sintácticos, léxicos y sobre todo estilísticos pueblan la traducción de Lo que el día debe a la noche que ha llegado a nuestras manos. Pero incluso prescindiendo de este factor nadie pareció encontrar demasiado que salvar de la quema.
Y en este punto llega nuestro Jesús Marlasca, abogado de causas perdidas, que se está especializando en ver el lado positivo de obras que a la mayoría no han gustado (ya lo hizo, por ejemplo, con La elegancia del erizo o con Pomponio Flato); gracias a él contamos con algunas reflexiones que arrojan algo de luz sobre la novela de Yasmina Khadra que, de otra manera, habría pasado sin pena ni gloria (o con más pena que gloria) por nuestra memoria de lectores. No tuve que insistirle mucho (la tortura está mal vista) para que entresacara unas citas memorables de la obra y escribiera algunas líneas que paso ahora a resumir. Gracias, Jesús, santo patrón de los libros indigestos (Reader’s In-digest?).
El fallo principal que le ve al libro es la falta de fuerza y coherencia narrativa, aunque se salvaría –nos dice Jesús- si el objetivo del autor hubiera sido el de plasmar la vida de un personaje timorato (esa palabra a mí siempre me ha sonado a química, como “timorato de sodio”, o algo así), incapaz de enfrentarse a las situaciones, indeciso, mediocre y, en consecuencia, triste e infeliz. Un libro para dejarnos con el malestar que se siente cuando uno se ve reflejado en él. Aunque añade que no cree que haya sido ésa la intención del autor. Y, a partir de aquí, nos ofrece algunas citas sueltas que, como dice él, “valen para la vida”:
-Sobre el pretendido “desarrollo” de la cultura occidental: “[Los árabes]… no somos perezosos, sólo que nos tomamos nuestro tiempo para vivir. Para los occidentales, el tiempo es dinero.”
-Sobre el proceso de maduración y el aprendizaje: “Resulta extraño cómo las verdades que desconocemos nos alcanzan en los lugares menos oportunos. Me iba a pique y fue una puta la que me sacó a flote”. (O, más adelante): “Me había decidido a arrancarme el corazón con las manos si se me ocurría lamentarme un segundo por mi suerte”.
-Sobre la superación de los miedos, cuando Younes revienta, por fin, ante la arrogancia y el sentimiento de posesión de la tierra de Argelia del señor Sosa, que desprecia a los árabes.
-Sobre la toma de decisiones imperiosas: “Llegó el momento de elegir entre la maleta o el ataúd”.
-Sobre la felicidad: “He sido feliz después [del rechazo de Emilie]… He tenido alegrías, momentos inolvidables; hasta he amado… Sin embargo, siempre he sentido […] que no hacía sino gravitar en la periferia de la felicidad”.
-En el cementerio de Saint-Pierre: “La auténtica tumba de los muertos es el corazón de los vivos”.
Gracias de nuevo, Jesús, por tus reflexiones.
El libro propuesto para la próxima tertulia (ya a la vuelta de las vacaciones de Pascua) es La isla bajo el mar, de Isabel Allende (editorial Plaza-Janés).
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