Esta última tertulia estuvo a punto de no celebrarse por
varios motivos; primero, que en la reunión anterior ya algunos habían leído
este libro y no se mostraban muy entusiastas, por lo que se insinuó la idea de
cancelar su lectura antes de que todo el mundo lo empezara (ya había
antecedentes de libros que se habían sustituido antes de la tertulia por no
haber gustado); segundo y más importante, que nos quedamos sin sede y anduvimos
errantes hasta dar con nuestros huesos en La Tagliatella, donde horas más tarde
íbamos a cenar. Finalmente todo se solucionó y, aunque no en las mejores
condiciones deseables, pudimos hablar de la novela.
La fórmula preferida del profesor es un libro
recomendado con frecuencia como lectura para los alumnos de matemáticas. A los
profanos en esta ciencia nos pareció una forma curiosa de acercamiento a ella,
que a algunos les gustó bastante y a otros los dejó indiferentes.
Se destacó la habilidad de la autora para desvelar la poesía
que esconden los números, que constituyen el único vínculo que conserva el
profesor con el mundo exterior, y su única forma de entablar relación con los demás. Este amor por
las matemáticas es tan profundo que consigue transmitírselo al hijo de su
asistenta, Root, un niño que en principio no mostraba mayor interés por esta
asignatura.
La figura de la anónima asistenta no convenció a algunos
asistentes a la tertulia; no les resultó creíble una joven de extracción
humilde y sin estudios, que de repente comienza a interesarse por fórmulas
matemáticas y a buscar números primos, números amigos, y a utilizar toda clase
de términos técnicos. Nos recordó por un momento a otro personaje que tampoco
pareció verosímil en su momento, la portera de La elegancia del erizo,
de Muriel Barbery.
Se discutió sobre los trastornos de memoria y la posibilidad
de que una persona recuerde sólo los últimos ochenta minutos de su vida,
borrando todo lo anterior: evidentemente, si no se acepta esta premisa toda la
novela se desmontaría, pues es la base de toda la trama.
El tema del béisbol, el otro lazo que vincula al profesor
amnésico con la realidad, no suscitó grandes pasiones. No es precisamente un
deporte que despierte gran interés en nuestro entorno y, al desconocer muchos
de nosotros sus reglas y rituales, no terminamos de entender ese entusiasmo que
muestran los personajes del libro (entusiasmo que parece que comparte la
inmensa mayoría de los japoneses).
Podríamos concluir diciendo que, si bien esta lectura no nos
hizo amar apasionadamente las matemáticas, al menos nos ayudó a comprenderlas
un poco mejor, tanto a ellas como a los que sí las adoran realmente.
Como es tradicional en la tertulia final del curso, se
eligió por votación cuál fue la obra que más gustó del año y qué tertulia
resultó más interesante. Como novela resultó ganadora El día de mañana,
de Ignacio Martínez de Pisón, y como mejor tertulia la de Cárceles
imaginarias, de Luis Leante.
Decidimos finalmente las próximas lecturas, tanto para el
verano como para el principio del próximo curso. La primera que leeremos, para
la tertulia de septiembre, será El gran Gatsby, de F. Scott
Fitzgerald. Continuaremos con Rayuela, de Julio Cortázar, y la tercera
del curso será Los desorientados, de Amin Maalouf.
Buen verano y nos volvemos a ver a la vuelta de vacaciones.
Por si queréis echarle un vistazo, hay una película basada en la novela:
No hay comentarios:
Publicar un comentario