sábado, 6 de julio de 2013

La fórmula preferida del profesor

(de Yoko Ogawa)


Esta última tertulia estuvo a punto de no celebrarse por varios motivos; primero, que en la reunión anterior ya algunos habían leído este libro y no se mostraban muy entusiastas, por lo que se insinuó la idea de cancelar su lectura antes de que todo el mundo lo empezara (ya había antecedentes de libros que se habían sustituido antes de la tertulia por no haber gustado); segundo y más importante, que nos quedamos sin sede y anduvimos errantes hasta dar con nuestros huesos en La Tagliatella, donde horas más tarde íbamos a cenar. Finalmente todo se solucionó y, aunque no en las mejores condiciones deseables, pudimos hablar de la novela.

La fórmula preferida del profesor es un libro recomendado con frecuencia como lectura para los alumnos de matemáticas. A los profanos en esta ciencia nos pareció una forma curiosa de acercamiento a ella, que a algunos les gustó bastante y a otros los dejó indiferentes.

Se destacó la habilidad de la autora para desvelar la poesía que esconden los números, que constituyen el único vínculo que conserva el profesor con el mundo exterior, y su única forma de  entablar relación con los demás. Este amor por las matemáticas es tan profundo que consigue transmitírselo al hijo de su asistenta, Root, un niño que en principio no mostraba mayor interés por esta asignatura.

La figura de la anónima asistenta no convenció a algunos asistentes a la tertulia; no les resultó creíble una joven de extracción humilde y sin estudios, que de repente comienza a interesarse por fórmulas matemáticas y a buscar números primos, números amigos, y a utilizar toda clase de términos técnicos. Nos recordó por un momento a otro personaje que tampoco pareció verosímil en su momento, la portera de La elegancia del erizo, de Muriel Barbery.

Se discutió sobre los trastornos de memoria y la posibilidad de que una persona recuerde sólo los últimos ochenta minutos de su vida, borrando todo lo anterior: evidentemente, si no se acepta esta premisa toda la novela se desmontaría, pues es la base de toda la trama.

El tema del béisbol, el otro lazo que vincula al profesor amnésico con la realidad, no suscitó grandes pasiones. No es precisamente un deporte que despierte gran interés en nuestro entorno y, al desconocer muchos de nosotros sus reglas y rituales, no terminamos de entender ese entusiasmo que muestran los personajes del libro (entusiasmo que parece que comparte la inmensa mayoría de los japoneses).

Podríamos concluir diciendo que, si bien esta lectura no nos hizo amar apasionadamente las matemáticas, al menos nos ayudó a comprenderlas un poco mejor, tanto a ellas como a los que sí las adoran realmente.

 

Como es tradicional en la tertulia final del curso, se eligió por votación cuál fue la obra que más gustó del año y qué tertulia resultó más interesante. Como novela resultó ganadora El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón, y como mejor tertulia la de Cárceles imaginarias, de Luis Leante.

 

Decidimos finalmente las próximas lecturas, tanto para el verano como para el principio del próximo curso. La primera que leeremos, para la tertulia de septiembre, será El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald. Continuaremos con Rayuela, de Julio Cortázar, y la tercera del curso será Los desorientados, de Amin Maalouf.

 

Buen verano y nos volvemos a ver a la vuelta de vacaciones.


Por si queréis echarle un vistazo, hay una película basada en la novela:


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