sábado, 29 de marzo de 2014

El héroe discreto

(de Mario Vargas Llosa)


       Nuestra tertulia se viste de gala para un doble aniversario que se os explica en la reseña que sigue; y quién mejor que nuestra mater fundatrix Josune para redactarla con su siempre ágil e inspirada prosa. Una cronista de lujo para un lujo de aniversario. Que la disfrutéis.


      "Ayer, 28 de marzo, Mario Vargas Llosa cumplió 78 años y nosotros lo celebramos hablando sobre su última novela, El héroe discreto, que gustó mucho a la mayoría.

      La obra contiene dos tramas esenciales cuyo interés se mantiene de principio a fin y que acaban confluyendo en el desenlace. Por un lado, la historia de Felícito Yanaqué, dueño de una solvente empresa, Transportes Narihualá, y resuelto a no satisfacer las exigencias de sus chantajistas, en cumplimiento del legado moral que le dejó su padre: «un hombre no se debe dejar pisotear por nadie en esta vida». Por otro, el asunto del matrimonio de Ismael Carrera con su sirvienta, hecho en el que se verá muy implicado Rigoberto, su hombre de confianza e íntimo amigo, quien se halla a las puertas de su jubilación anticipada. En ambas historias adquieren gran protagonismo los respectivos hijos de Felícito e Ismael, de modo que se podría afirmar que, en buena medida, la novela aborda el siempre jugoso y conflictivo tema de las relaciones paternofiliales.

      Junto a estas dos líneas argumentales se debe mencionar una tercera, la que trastorna a Rigoberto y a su esposa, Lucrecia, y que procede del inefable Fonchito, hijo del primer matrimonio de Rigoberto, quien les narra sus encuentros con un tal Edilberto Torres, al cual nadie más que él ve. En esas conversaciones que el adolescente mantiene con el misterioso personaje se plasman las inquietudes de índole religiosa, espiritual o un tanto filosófica  que parecen preocupar al muchacho y a través de cuyo relato también vamos conociendo detalles del pasado y de la personalidad de Rigoberto. Y así, la historia que de entrada se presenta como un delirio del imaginativo Fonchito y que constituye el escape de los conflictos abiertos en las otras dos, no se desvía del núcleo temático en que se sostiene la novela, el de la relación padre/hijo.

      Es preciso mencionar lo que la obra tiene de homenaje al propio universo narrativo del autor, dada la presencia en ella de personajes  de otras  novelas suyas: además de Rigoberto y familia, los policías encargados de la investigación del chantaje a Felícito Yanaqué, el capitán Silva y el sargento Lituma. También, una vez más, la acción transcurre en Perú, entre Piura y Lima, en la actualidad de un país que se nos perfila emergente en cuanto a la actividad económica y empresarial pero con los contrastes de siempre en lo referido al aspecto social. Alguien subrayó el machismo imperante en los comportamientos de los personajes masculinos así como la actitud servil de casi todas las mujeres. En coherencia con ese planteamiento de mezclar esta ficción con otras anteriores se podría valorar el asunto de Fonchito y su “invisible visitador” como una de las dos piezas que representan en esta obra el Realismo mágico. La otra sería el personaje de Adelaida con sus premoniciones.

      Hubo bastante acuerdo en la valoración del interés con que se sigue la novela, la perfección con que está construida (cabe citar esos diálogos prodigiosos en que se superponen varias conversaciones sin crear confusión, o las destrezas narrativo-amatorias de Lucrecia), y la esplendidez del estilo, verdadero derroche de riqueza léxica, musicalidad y dulzura. Posiblemente no se trata de una de sus grandes historias pero supera ampliamente la calificación de obra menor, pues aborda temas de calado desde una asombrosa frescura e inteligente liviandad, mediante personajes muy bien dibujados sin necesidad de cargar las tintas en lo descriptivo.

      El debate surgió sobre todo al enjuiciar el comportamiento de Felícito hacia Miguel, una vez que obtiene la confirmación de que no es su hijo ―la importancia de la sangre, los matices de la rectitud moral con que supuestamente se conduce…— y al interpretar el final, claro para unos y ambiguo, y por lo tanto, abierto, para otros.

Pasamos un buen rato, como siempre, y, si no conté mal, ya son cincuenta los ratos que llevamos pasados hablando de libros  en estos ocho años que comenzaron en la primavera de 2006, concretamente un 22 de marzo. Así que no solo Vargas Llosa tenía motivos de celebración ayer. Nosotros también. Y que cumplamos todos, don Mario y nuestra tertulia, muchos más…
 


Josune
 
La próxima tertulia la celebraremos, si no hay cambios, el 8 de mayo. Hablaremos sobre la novela de Jack Kerouac En la carretera (en algunas ediciones traducida como En el camino).
Hasta entonces, pues. Disfrutad con la lectura, ¡che gua!

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