Nuestra tertulia se viste de gala para un doble aniversario que se os explica en la reseña que sigue; y quién mejor que nuestra mater fundatrix Josune para redactarla con su siempre ágil e inspirada prosa. Una cronista de lujo para un lujo de aniversario. Que la disfrutéis.
"Ayer, 28 de marzo, Mario Vargas Llosa cumplió 78 años y nosotros lo celebramos
hablando sobre su última novela, El héroe discreto, que gustó mucho a
la mayoría.
La obra contiene dos tramas esenciales cuyo interés
se mantiene de principio a fin y que acaban confluyendo en el desenlace. Por un
lado, la historia de Felícito Yanaqué,
dueño de una solvente empresa, Transportes
Narihualá, y resuelto a no satisfacer las exigencias de sus chantajistas,
en cumplimiento del legado moral que le dejó su padre: «un hombre no se debe dejar pisotear por nadie en esta vida». Por
otro, el asunto del matrimonio de Ismael
Carrera con su sirvienta, hecho en el que se verá muy implicado Rigoberto, su hombre de confianza e
íntimo amigo, quien se halla a las puertas de su jubilación anticipada. En
ambas historias adquieren gran protagonismo los respectivos hijos de Felícito e Ismael, de modo que se podría afirmar que, en buena medida, la
novela aborda el siempre jugoso y conflictivo tema de las relaciones
paternofiliales.
Junto a estas dos líneas argumentales se debe
mencionar una tercera, la que trastorna a Rigoberto
y a su esposa, Lucrecia, y que
procede del inefable Fonchito, hijo
del primer matrimonio de Rigoberto,
quien les narra sus encuentros con un tal Edilberto
Torres, al cual nadie más que él ve. En esas conversaciones que el
adolescente mantiene con el misterioso personaje se plasman las inquietudes de
índole religiosa, espiritual o un tanto filosófica que parecen preocupar al muchacho y a través
de cuyo relato también vamos conociendo detalles del pasado y de la
personalidad de Rigoberto. Y así, la
historia que de entrada se presenta como un delirio del imaginativo Fonchito y que constituye el escape de
los conflictos abiertos en las otras dos, no se desvía del núcleo temático en
que se sostiene la novela, el de la relación padre/hijo.
Es preciso mencionar lo que la obra tiene de
homenaje al propio universo narrativo del autor, dada la presencia en ella de
personajes de otras novelas suyas: además de Rigoberto y familia, los policías encargados de la investigación
del chantaje a Felícito Yanaqué, el
capitán Silva y el sargento Lituma. También, una vez más, la acción
transcurre en Perú, entre Piura y Lima, en la actualidad de un país que se nos perfila emergente en
cuanto a la actividad económica y empresarial pero con los contrastes de
siempre en lo referido al aspecto social. Alguien subrayó el machismo imperante
en los comportamientos de los personajes masculinos así como la actitud servil
de casi todas las mujeres. En coherencia con ese planteamiento de mezclar esta
ficción con otras anteriores se podría valorar el asunto de Fonchito y su “invisible visitador”
como una de las dos piezas que representan en esta obra el Realismo mágico. La otra sería el personaje de Adelaida con sus premoniciones.
Hubo bastante acuerdo en la valoración del interés
con que se sigue la novela, la perfección con que está construida (cabe citar
esos diálogos prodigiosos en que se superponen varias conversaciones sin crear
confusión, o las destrezas narrativo-amatorias de Lucrecia), y la esplendidez del estilo, verdadero derroche de
riqueza léxica, musicalidad y dulzura. Posiblemente no se trata de una de sus
grandes historias pero supera ampliamente la calificación de obra menor, pues
aborda temas de calado desde una asombrosa frescura e inteligente liviandad, mediante
personajes muy bien dibujados sin necesidad de cargar las tintas en lo
descriptivo.
El debate surgió sobre todo al enjuiciar el
comportamiento de Felícito hacia Miguel, una vez que obtiene la
confirmación de que no es su hijo ―la importancia de la sangre, los matices de
la rectitud moral con que supuestamente se conduce…— y al interpretar el final,
claro para unos y ambiguo, y por lo tanto, abierto, para otros.
Pasamos un buen rato, como siempre, y, si no conté
mal, ya son cincuenta los ratos que llevamos pasados hablando de libros en estos ocho años que comenzaron en la
primavera de 2006, concretamente un 22 de marzo. Así que no solo Vargas Llosa tenía motivos de
celebración ayer. Nosotros también. Y que cumplamos todos, don Mario y nuestra tertulia, muchos más…
Josune
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