martes, 25 de mayo de 2010

El beso de la mujer araña

(de Manuel Puig)



La última tertulia de este curso ha sido una de las menos concurridas (no así la cena de despedida que vino a continuación); las excusas de unos y otras para no acudir fueron de lo más variadas: que si no me he terminado el libro, que si tengo fontaneros en casa, que si me tengo que depilar para la cena (como suena), que si no tengo con quién dejar a los niños… Bueno, lo importante es que nos reunimos unos cuantos y lo pasamos bien hablando de la novela, que es lo que cuenta.
El beso de la mujer araña nos dejó a casi todos con buen sabor de boca; algunos ya la habíamos leído poco después de su publicación allá por los ochenta (creo recordar que se publicó en el setenta y tantos), y coincidimos en que es una obra que ha soportado bien el paso del tiempo. Lo único que nos resultó un tanto chirriante fue la abundacia y densidad de las notas a pie de página (todas del autor) sobre las teorías acerca de la homosexualidad y sus posibles explicaciones psicológicas: aunque muchos nos leímos la primera y nos saltamos todas las demás (sí, lo confieso), se comentó que en el momento de su publicación sí que habrían tenido pleno sentido, pues –aparte de que el tema era poco menos que tabú- revestirían a la obra de un tinte de seriedad, acercándola en cierto sentido a un estudio sociológico.
La caracterización de los personajes por medio de sus propias palabras nos pareció magistral: aunque no hay una sola descripción ni de Molina ni de Valentín en toda la novela, nos formamos una perfecta imagen de ambos por su forma de hablar, de actuar e interactuar (como bien dijo nuestra Madre Fundadora, esta obra nos reconcilia con la palabra, es un homenaje a la oralidad). La intercalación de documentos de todo tipo (informes oficiales, transcripciones de interrogatorios y de escuchas telefónicas…) nos recordó la técnica, novedosa en su momento, empleada en otra novela que también leímos en esta tertulia, La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza.
Discutimos también sobre el amor y la traición, sobre si realmente existe amor en la relación entre Valentín y Molina o simplemente se acostumbran el uno al otro y se utilizan mutuamente; el tema de la traición tampoco quedó claro, pues aunque al principio parece claramente que Molina actúa de acuerdo con el director de la prisión para conseguir información sobre su compañero y su grupo revolucionario, más adelante se constata por su comportamiento que no tiene ninguna intención de traicionarlo, acabando por redimirse con su sacrificio de “gran heroína trágica”, como si de un personaje de sus películas se tratara.
Coincidimos muchos en que uno de los elementos más atractivos de la novela es la inclusión de las películas, narradas por Molina con tanto lujo de detalles que parece que las estemos viendo proyectadas en el momento de su lectura.

Como viene siendo tradicional cada final de “temporada”, se votó cuál había sido el libro que más había gustado, y venció Las uvas de la ira, aunque como mejor tertulia resultó ganadora la de Los peces de la amargura por aplastante mayoría.

Para las vacaciones nos hemos reservado un clásico, Madame Bovary, de Gustave Flaubert (será la primera tertulia del próximo curso, allá por septiembre). Y, para quien quiera ir adelantando trabajo para la siguiente, el próximo libro será el último premio Nadal, Lo que esconde tu nombre, de Clara Sánchez (editorial Destino).





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