(de Harper Lee).
Como corresponde a una flamante clausura de curso, en esta ocasión nos honra con su ilustrada (e ilustradora) pluma nuestra mater fundatrix en persona, nuestra querida Josune. Disfrutad de la reseña.
Matar un ruiseñor (o Matar a un ruiseñor, como gustéis) entró en mi vida cuando yo tenía
doce años y empecé a sentir curiosidad por los libros que mi madre leía en la
cama y que descansaban durante el día en su mesilla de noche. Era un libro
voluminoso, de letra pequeña, tapas duras y título sugerente. Para mí era un
libro distinto de los que acostumbraba a leer por entonces ―los de internados ingleses
de mi admirada Enid Blyton—,
tanto en su aspecto como en las expectativas que en mí despertaba: ese era un
libro “de mayores” y yo no tenía ni idea de lo que los libros “de mayores”
encerraban, pero estaba decidida a descubrirlo.
La primera
parte de la novela me dio confianza pues describía el empeño de tres niños por
entretenerse en los largos días del verano, algo que yo comprendía muy bien. La
fijación que ellos mostraban con la silenciosa mansión de los Radley y sus misteriosos habitantes se
parecía bastante a la obsesión que toda mi pandilla tenía con Pío y Pantxika, el anciano matrimonio que vivía en el caserío más próximo
a mi barrio y del que nos inventábamos truculentas historias mientras
espiábamos su sosiego en la hora de la siesta. Para mi sorpresa, en los libros
“de mayores” cabían las fantasías y aventuras de unos niños, pero estaba claro
que esa historia debía contener otros ingredientes que no se hallaban en mis
anteriores lecturas. No tardaría en descubrirlos, con asombro y con dolor,
porque el caso de Tom Robinson me
conmovió como lo hacían algunas circunstancias reales de las que yo tenía
noticia y sobre las que, si preguntaba, se me daban pocas y muy escuetas
explicaciones. La historia de Tom
Robinson era de una injusticia y de una crueldad intolerables. Sin embargo,
no estaba todo perdido en aquel lugar ni en el mundo: existían Atticus Finch, Maudie, Calpurnia, Heck
Tate y Boo Radley, a quien
finalmente Jem y Scout le deben la vida. Sobre todo, existía Atticus Finch. Y ahora, tantos años después, puedo afirmar que mi
fijación con esta novela se debe, sin duda, a lo que este personaje representa.
Comentamos
varias cosas en torno a él en nuestra tertulia. Alguien afirmó que resultaba
inverosímil su perfección, su perfil de una integridad sin fisuras, que tal vez
responde a un contexto histórico y social en el que se hacía necesario un
“héroe” así. Puede ser. No obstante, también se indicó que su actitud combativa
con el racismo imperante en la sociedad sureña estadounidense de aquellos años
puede equipararse a otras muchas posiciones necesarias y difíciles de mantener
en ámbitos y contextos históricos y sociales muy diversos. Maudie, la atenta vecina de los Finch,
les explica a Jem y Scout algo esencial sobre su padre y que
guarda estrecha relación con lo que estoy comentando: Quiero deciros sencillamente que en este mundo hay hombres que nacieron
para hacer los trabajos desagradables que nos corresponderían a los otros.
Vuestro padre es uno de tales hombres. (p. 340)
En otro momento de la novela, es el propio Atticus quien expone a su hija por qué
ha aceptado un caso tan polémico: Este
caso, el caso de Tom Robinson, es algo que entra hasta la esencia misma de la
conciencia de un hombre… Scout, yo no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si
no probara de ayudar a aquel hombre. (pp. 168 y 169) Atticus Finch hace, sencillamente, lo que cree que debe hacer para
estar en paz consigo mismo y poder seguir siendo un referente para sus hijos. Y
eso, hacer lo debido a pesar del riesgo y los inconvenientes que ello le va a
suponer, es lo que las buenas gentes de Maycomb
necesitan que Atticus haga por ellos.
Es el de este personaje un heroísmo de carácter moral y si tanto impacto nos
produce es, en mi opinión, porque en la vida de todos aparece alguna vez un
acontecimiento así: una realidad extremadamente injusta y la necesidad de que
alguien acepte la responsabilidad de hacer lo debido y, asumiendo las
consecuencias de su decisión, lo haga.
Desde el
punto de vista literario, Matar un
ruiseñor me parece una delicia. La composición de la novela resulta
impecable. Otra de las cosas que comentamos es la viveza con que la narradora
refiere hechos pasados, por lo que en algunos momentos llegamos a pensar que
los está contando Scout niña y no
adulta, cuando no es así. El mundo de los niños abre y cierra la historia, y
enmarca el desgraciado caso de Tom
Robinson. El desenlace supone un epílogo de algún modo reparador de la
insufrible injusticia que se ha cometido con Tom y que lo conduce a la muerte. Al final muere el verdadero
responsable de todas las desgracias ocurridas, y es el sensato sheriff del Condado de Maycomb, Heck Tate, quien formula la versión oficial de que Bob Ewell se cayó sobre su propio
cuchillo, de modo que Boo Radley, el
silencioso y vigilante “ruiseñor”, pueda seguir viviendo en paz, a salvo del
mundo.
También
hablamos, cómo no, sobre la espléndida película que Robert Mulligan hizo con esta novela. Por lo visto, fue la propia
autora la que eligió a Gregory Peck
para el papel de Atticus.
Indiscutible acierto. Cabe destacar también que Matar un ruiseñor es la única novela de su autora, Harper Lee. Consiguió el Premio Pulitzer en 1961 y no ha dejado de editarse desde entonces. A mí me sigue
pareciendo una novela imprescindible y estoy muy contenta de que al fin haya
pasado a formar parte de nuestra tertulia.
Por cierto,
en la ya clásica encuesta de fin de curso, la novela más votada fue El abrecartas de Vicente Molina Foix y
la tertulia que más gustó, la de La conquista
del aire de Belén Gopegui.
¡Felices
vacaciones a todos!
Josune
Os recordamos que la próxima obra sobre la que departiremos, allá por septiembre, será la última novela de Luis Leante, Cárceles imaginarias (Alfaguara, 2012). Si todo sale como está previsto, podremos contar con la presencia del propio autor en la tertulia.
Acabamos con una foto de los tertuliantes casi al pleno (faltan figuras señaladas, lo sabemos, pero es lo que tiene el "fugarse" la despedida...)
2 comentarios:
Emilio, me gustaría seguir tu blog pero no encuentro el dichoso botoncito de "seguir" jaja
Me ayudas?
un beso! :)
No lo encontrabas porque no lo había... hasta ahora. Gracias por ayudarme a subsanar tamaño olvido. Lo puedes seguir así, sin más, o por email, tienes las dos opciones. Y, por supuesto, gracias también por seguirnos.
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