Este final de temporada no ha
podido tener mejor colofón que la lectura de la novela Un lugar de paso, de nuestra
querida compañera, amiga y alma indiscutible de esta tertulia Josune Intxauspe.
Ya hace años nos deleitó con su opera prima El
color del tiempo (Editorial Gollarín, 2007) y ahora vuelve a sorprendernos
con una obra intimista, reflexiva y, en opinión de muchos de los que asistimos
a la tertulia, magistral.
Se trata de una obra profunda, densa,
escrita con un manejo excelente del idioma, que nos obliga a veces a releer
determinados párrafos. La voz de la
autora, para nosotros tan conocida, se oye a lo largo de numerosas páginas, sobre
todo en las partes dedicadas al diario de Jana; llega un momento en que desaparece, al sumergirse en
el universo de Enrique Orés.
Precisamente el personaje de Enrique fue el más difícil de
construir para la novelista. Al abordar el tema de la creación literaria,
Josune reconoce estar tanto en Marta -lectora empedernida de Orés y escritora
en ciernes- como en Enrique (aunque
espera no convertirse en Enrique, a pesar de su redención final); este
personaje, pese a (o precisamente por) su talento, es profundamente infeliz.
Incluso las obras que ha escrito Orés son esbozos de novelas de la propia
autora, de su "arsenal de anotaciones". Enrique es un "escritor de
personajes", como confiesa ser la propia Josune; ella primero decide los
temas, pero realmente no hay novela hasta que no dibuja los personajes. Por su
parte, el personaje de Marta posee un concepto tan elevado de la
escritura y, al mismo tiempo, se siente una persona tan normal, que piensa que
es imposible convertirse en escritora. La autora reconoce que ella misma ha
tenido que superar ese temor, esa falta de autoconfianza, y ha tenido que dejar
de idealizar y mitificar a los escritores; así, le intenta "bajar los humos" al
personaje de Orés, pues a pesar de su calidad como escritor, sus amigos lo
superan en calidad humana; esos amigos que lo han apoyado e impulsado siempre,
gracias a los cuales es quien es.
Nos emocionó el retrato de otros
personajes, como el de Arturo: sorprende la energía que emplea en conseguir que
Enrique se convierta en un escritor de éxito, su constante e inflexible apoyo;
hay que ser muy valiente para reconocer la propia falta de talento, y muy
generoso para ver que quien lo tiene es el de al lado. Todos los personajes a
lo largo de la obra tienen unos valores similares, un afán de superación
parecido. A juicio de algunos, podría tratarse de variaciones sobre un mismo
tema (la insatisfacción con lo que uno mismo es), pero distribuidas en diferentes
personajes.
Nos dio la impresión en la
tertulia de que nuestra autora se expone
constantemente en la novela, que revela muchas claves sobre ella misma; sin
embargo, ella opina que no se expone tanto como al lector le puede parecer y,
tal como nos reconoció, en la obra están
tanto ella misma como su imaginación. El tratamiento de las emociones forma
parte de su narrativa y, aunque en la obra nos parezca verla experimentando
esos sentimientos, la autora afirma que no habla solo de cosas que ella haya
sentido. Para indagar una emoción y escribir sobre la misma, tiene que imaginar
que la siente: ha tenido que “habitar” a Enrique Orés para escribir sobre él. Josune declara con rotundidad que cree en la
ficción y que escribe ficción, y, aunque siempre hay pequeños detalles,
reflexiones y emociones que son suyas, es mucho más lo que inventa e imagina.
La insatisfacción vital que
sienten algunos personajes (Marcelo, Nora...) no se explicita claramente, ya que la propia autora reconoce
no saber el porqué, sus personajes cobran vida propia. Los fantasmas del
interior de cada mente son un tema que siempre ha preocupado a nuestra novelista;
por ejemplo, siempre se ha preguntado qué pasa por la cabeza de una persona
para querer irse de esta vida.
Es de vital importancia el papel
de la estación como metáfora de la vida, de un lugar por el que todos pasan
pero del que todos se marchan. Parte de la inspiración de esta novela reconoce
la autora que se encuentra en la estación modernista de Canfranc, así como en
el magnífico museo parisino de Orsay, otra estación transformada para usos
culturales. La estación, cuya transformación nace de una idea de Orés, le da a
la autora el motivo de la vuelta a Siaro y su redención: no puede existir el
personaje de Enrique Orés sin la estación. Es su lugar propio, se siente
reflejado en ella, es donde se conocieron sus padres, donde él tiene sus
primeros escarceos amorosos...
Un motivo que atraviesa toda la
novela es el mito de Orfeo y Eurídice, sobre todo en su tratamiento en la ópera
de Gluck; Josune lo trae a colación por su relación entre el amor y la muerte.
Es el tema con el que comienza la obra y con el que también se cierra. Jana,
que conoce por su madre la versión operística, no puede entender cómo Orfeo ha
bajado hasta los infiernos a buscar a Eurídice y es incapaz de mirarla. Ella quiere
un amor real, quiere que Enrique la mire como Orfeo (que en la versión de la ópera
no pierde a Eurídice).
Nos sorprendió que el discurso
que pronuncia Orés, a cuya redacción va encaminado todo el hilo argumental, no
se dejara para el final; en su lugar, la autora ha optado por la historia de
Diego, que supone un giro inesperado en la trama, una pequeña obra maestra para
algunos. Es como una pequeña novela que recoloca las cosas en su sitio (el
trabajo de Diego, el porqué del nombre de Jana...). Tanto esta historia final
como la parte del diario de Jana supusieron un placer creativo para la autora,
que reconoce haber sufrido para crear la parte central, la historia del
escritor; nos confesó que, cuando se
estancaba en la trama central, se iba a las otras dos, pues parecían fluir
solas. La parte central se cierra con el regreso de Enrique y la incertidumbre
sobre Jana; Orés alcanza la paz consigo mismo, el discurso ha supuesto su
redención ante Siaro, ante su familia y amigos. Así la parte final constituye
una sorpresa para el lector, la autora intenta paliar la ausencia de una
intriga potente con una estructura interesante, y quiere que este final resulte
el lazo que anude un esquema argumental compacto.
Con todas estas reflexiones y
muchas más que se nos quedaron en el tintero por falta de tiempo, cerramos esta
temporada de tertulias y procedimos, como viene siendo tradición, a votar cuál
nos ha parecido la mejor obra que hemos leído este curso y cuál la mejor
tertulia. La modestia y el pudor de nuestra Josune nos impidió incluir en la
lista Un lugar de paso, que obviamente
habría resultado ganadora en ambas categorías. Así, se proclamó ganadora como
mejor novela Yo confieso, de Jaume
Cabré, y como mejor tertulia la de La
loca de la casa, de Rosa Montero.
También decidimos las obras para
nuestros próximos encuentros, que serán Posesión,
de A. S. Byatt, y El corazón es un
cazador solitario, de Carson McCullers. Esperamos poder encontrarnos de
nuevo a la vuelta de las vacaciones en la librería Pynchon&Co., que tan
amablemente nos acoge en sus encantadoras instalaciones.
¡Feliz verano y felices lecturas!
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