miércoles, 20 de julio de 2016

Un lugar de paso

(de Josune Intxauspe)

Este final de temporada no ha podido tener mejor colofón que la lectura de la novela Un lugar de paso,  de nuestra querida compañera, amiga y alma indiscutible de esta tertulia Josune Intxauspe. Ya hace años nos deleitó con su opera prima El color del tiempo (Editorial Gollarín, 2007) y ahora vuelve a sorprendernos con una obra intimista, reflexiva y, en opinión de muchos de los que asistimos a la tertulia, magistral.
Se trata de una obra profunda, densa, escrita con un manejo excelente del idioma, que nos obliga a veces a releer determinados párrafos.  La voz de la autora, para nosotros tan conocida, se oye a lo largo de numerosas páginas, sobre todo en las partes dedicadas al diario de Jana; llega un  momento en que desaparece, al sumergirse en el universo de Enrique Orés.

Precisamente el  personaje de Enrique fue el más difícil de construir para la novelista. Al abordar el tema de la creación literaria, Josune reconoce estar tanto en Marta -lectora empedernida de Orés y escritora en ciernes-  como en Enrique (aunque espera no convertirse en Enrique, a pesar de su redención final); este personaje, pese a (o precisamente por) su talento, es profundamente infeliz. Incluso las obras que ha escrito Orés son esbozos de novelas de la propia autora, de su "arsenal de anotaciones".  Enrique es un "escritor de personajes", como confiesa ser la propia Josune; ella primero decide los temas, pero realmente no hay novela hasta que no dibuja los personajes. Por su parte, el  personaje de  Marta posee un concepto tan elevado de la escritura y, al mismo tiempo, se siente una persona tan normal, que piensa que es imposible convertirse en escritora. La autora reconoce que ella misma ha tenido que superar ese temor, esa falta de autoconfianza, y ha tenido que dejar de idealizar y mitificar a los escritores; así,  le intenta "bajar los humos" al personaje de Orés, pues a pesar de su calidad como escritor, sus amigos lo superan en calidad humana; esos amigos que lo han apoyado e impulsado siempre, gracias a los cuales es quien es.

Nos emocionó el retrato de otros personajes, como el de Arturo: sorprende la energía que emplea en conseguir que Enrique se convierta en un escritor de éxito, su constante e inflexible apoyo; hay que ser muy valiente para reconocer la propia falta de talento, y muy generoso para ver que quien lo tiene es el de al lado. Todos los personajes a lo largo de la obra tienen unos valores similares, un afán de superación parecido. A juicio de algunos, podría tratarse de variaciones sobre un mismo tema (la insatisfacción con lo que uno mismo es), pero distribuidas en diferentes personajes.

Nos dio la impresión en la tertulia de que nuestra autora  se expone constantemente en la novela, que revela muchas claves sobre ella misma; sin embargo, ella opina que no se expone tanto como al lector le puede parecer y, tal como nos reconoció,  en la obra están tanto ella misma como su imaginación. El tratamiento de las emociones forma parte de su narrativa y, aunque en la obra nos parezca verla experimentando esos sentimientos, la autora afirma que no habla solo de cosas que ella haya sentido. Para indagar una emoción y escribir sobre la misma, tiene que imaginar que la siente: ha tenido que “habitar” a Enrique Orés para escribir sobre él.  Josune declara con rotundidad que cree en la ficción y que escribe ficción, y, aunque siempre hay pequeños detalles, reflexiones y emociones que son suyas, es mucho más lo que inventa e imagina.

La insatisfacción vital que sienten algunos personajes (Marcelo, Nora...) no se explicita  claramente, ya que la propia autora reconoce no saber el porqué, sus personajes cobran vida propia. Los fantasmas del interior de cada mente son un tema que siempre ha preocupado a nuestra novelista; por ejemplo, siempre se ha preguntado qué pasa por la cabeza de una persona para querer irse de esta vida.

Es de vital importancia el papel de la estación como metáfora de la vida, de un lugar por el que todos pasan pero del que todos se marchan. Parte de la inspiración de esta novela reconoce la autora que se encuentra en la estación modernista de Canfranc, así como en el magnífico museo parisino de Orsay, otra estación transformada para usos culturales. La estación, cuya transformación nace de una idea de Orés, le da a la autora el motivo de la vuelta a Siaro y su redención: no puede existir el personaje de Enrique Orés sin la estación. Es su lugar propio, se siente reflejado en ella, es donde se conocieron sus padres, donde él tiene sus primeros escarceos amorosos...

Un motivo que atraviesa toda la novela es el mito de Orfeo y Eurídice, sobre todo en su tratamiento en la ópera de Gluck; Josune lo trae a colación por su relación entre el amor y la muerte. Es el tema con el que comienza la obra y con el que también se cierra. Jana, que conoce por su madre la versión operística, no puede entender cómo Orfeo ha bajado hasta los infiernos a buscar a Eurídice y es incapaz de mirarla. Ella quiere un amor real, quiere que Enrique la mire como Orfeo (que en la versión de la ópera no pierde a Eurídice).

Nos sorprendió que el discurso que pronuncia Orés, a cuya redacción va encaminado todo el hilo argumental, no se dejara para el final; en su lugar, la autora ha optado por la historia de Diego, que supone un giro inesperado en la trama, una pequeña obra maestra para algunos. Es como una pequeña novela que recoloca las cosas en su sitio (el trabajo de Diego, el porqué del nombre de Jana...). Tanto esta historia final como la parte del diario de Jana supusieron un placer creativo para la autora, que reconoce haber sufrido para crear la parte central, la historia del escritor; nos confesó  que, cuando se estancaba en la trama central, se iba a las otras dos, pues parecían fluir solas. La parte central se cierra con el regreso de Enrique y la incertidumbre sobre Jana; Orés alcanza la paz consigo mismo, el discurso ha supuesto su redención ante Siaro, ante su familia y amigos. Así la parte final constituye una sorpresa para el lector, la autora intenta paliar la ausencia de una intriga potente con una estructura interesante, y quiere que este final resulte el lazo que anude un esquema argumental compacto.

Con todas estas reflexiones y muchas más que se nos quedaron en el tintero por falta de tiempo, cerramos esta temporada de tertulias y procedimos, como viene siendo tradición, a votar cuál nos ha parecido la mejor obra que hemos leído este curso y cuál la mejor tertulia. La modestia y el pudor de nuestra Josune nos impidió incluir en la lista Un lugar de paso, que obviamente habría resultado ganadora en ambas categorías. Así, se proclamó ganadora como mejor novela Yo confieso, de Jaume Cabré, y como mejor tertulia la de La loca de la casa, de Rosa Montero.

También decidimos las obras para nuestros próximos encuentros, que serán Posesión, de A. S. Byatt, y El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers. Esperamos poder encontrarnos de nuevo a la vuelta de las vacaciones en la librería Pynchon&Co., que tan amablemente nos acoge en sus encantadoras instalaciones.

¡Feliz verano y felices lecturas!






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