miércoles, 29 de junio de 2016

Intemperie

(de Jesús Carrasco)

Hay libros que nos hacen sentir bien, libros que nos hacen llorar, libros que nos hacen reír... En la última tertulia coincidimos todos en que Intemperie, de Jesús Carrasco, nos hace notar en la piel el calor, la aspereza de la tierra, la sed... Se trata de una novela que no deja indiferente al lector, cada página lo va adentrando más en el sufrimiento del protagonista que, a fin de cuentas, se convierte en el sufrimiento del lector.

Algunos de los participantes dijeron reconocer perfectamente esa dureza del campo castellano, esa fuerza de la tierra y del sol. Con su magistral prosa Jesús Carrasco nos transmite la desazón que va mermando las fuerzas del niño en su huida hacia lo desconocido, hacia ese norte que imagina libre de las amenazas de su pasado, tan breve y sin embargo tan colmado de dolor.

El estilo preciosista y elaborado de la obra también nos hizo reflexionar sobre la conveniencia del uso de un vocabulario tan específico (en ocasiones rebuscado), que nos lleva a dudar de si realmente se trata de términos usuales en este contexto rural y agrario, o bien es un mero ejercicio retórico perfectamente válido pero que, en más de una ocasión, obliga a los lectores a echar mano del diccionario.

No a todo el mundo le transmitió estas sensaciones la novela, y hubo quien opinó que es un intento fallido de "literatura dura", en modo alguno equiparable a otras obras que sí transmiten realmente ese sufrimiento de los protagonistas (hemos leído en esta tertulia claros ejemplos de esto, como Las baladas del ajo o Las uvas de la ira). Resulta inevitable la referencia  a Los santos inocentes, donde Delibes retrata de manera soberbia ese terrible mundo rural, el sometimiento de una clase social a otra, las tremendas diferencias que vienen impuestas desde la cuna. El estilo es obviamente distinto, y quizás la sobriedad de Delibes se muestre más adecuada para el tema tratado que la retórica de Carrasco, en opinión de algunos excesiva.

Hay que reconocer que el autor hace un uso magistral de la elipsis; con tan solo unas pinceladas y unos detalles insignificantes nos hace imaginar el tremendo drama que ha padecido el niño durante gran parte de su corta vida, sin necesidad de entrar en un relato pormenorizado de todos y cada uno de los abusos de los que ha sido objeto.

Mención aparte merece la figura del cabrero, ese personaje que casi sin pronunciar una palabra se gana la confianza del protagonista y le transmite unos valores que probablemente lo acompañen
el resto de su vida (lealtad, respeto a la vida y a la naturaleza, solidaridad...); todo lo contrario que el alguacil, representante de la España más negra y sórdida, del caciquismo y el derecho de pernada.


Por último, nos alegra saber que está en marcha la adaptación al cómic de la novela por parte del ilustrador Javi Rey, tras algunas conversaciones con Jesús Carrasco, quien le ha intentado transmitir el sentimiento y el ambiente de la obra. Será sin duda un buen trabajo, aunque se trate de dos lenguajes narrativos tan diferentes.


Recordad que la próxima tertulia, gloriosa clausura del curso, versará sobre Un lugar de paso, de nuestra querida mater fundatrix Josune Intxauspe. Se celebrará el 7 de julio en la librería Pynchon&Co.

1 comentario:

Josefina dijo...

Qué palabras más exactas, querido Emilio, para reseñar la obra y los sentimientos que nos produjo a algunos de los lectores. Sin contar la historia se percibe la angustia y no te ha faltado detalle para describir unos personajes tan extremos.
Pa mí, ha sido una de las historias más crudas que he leído últimamente, la que más sensaciones me ha sugerido, quizás también porque no me es del todo desconocida la dureza y la soledad del campo.
Gracias por la reseña