Hay libros que nos hacen sentir bien, libros que nos hacen
llorar, libros que nos hacen reír... En la última tertulia coincidimos todos en
que Intemperie, de Jesús Carrasco,
nos hace notar en la piel el calor, la aspereza de la tierra, la sed... Se
trata de una novela que no deja indiferente al lector, cada página lo va
adentrando más en el sufrimiento del protagonista que, a fin de cuentas, se
convierte en el sufrimiento del lector.
Algunos de los participantes dijeron reconocer perfectamente
esa dureza del campo castellano, esa fuerza de la tierra y del sol. Con su magistral
prosa Jesús Carrasco nos transmite la desazón que va mermando las fuerzas del
niño en su huida hacia lo desconocido, hacia ese norte que imagina libre de las
amenazas de su pasado, tan breve y sin embargo tan colmado de dolor.
El estilo preciosista y elaborado de la obra también nos
hizo reflexionar sobre la conveniencia del uso de un vocabulario tan específico
(en ocasiones rebuscado), que nos lleva a dudar de si realmente se trata de
términos usuales en este contexto rural y agrario, o bien es un mero ejercicio
retórico perfectamente válido pero que, en más de una ocasión, obliga a los
lectores a echar mano del diccionario.
No a todo el mundo le transmitió estas sensaciones la
novela, y hubo quien opinó que es un intento fallido de "literatura
dura", en modo alguno equiparable a otras obras que sí transmiten
realmente ese sufrimiento de los protagonistas (hemos leído en esta tertulia
claros ejemplos de esto, como Las baladas
del ajo o Las uvas de la ira).
Resulta inevitable la referencia a Los santos inocentes, donde Delibes
retrata de manera soberbia ese terrible mundo rural, el sometimiento de una
clase social a otra, las tremendas diferencias que vienen impuestas desde la
cuna. El estilo es obviamente distinto, y quizás la sobriedad de Delibes se
muestre más adecuada para el tema tratado que la retórica de Carrasco, en
opinión de algunos excesiva.
Hay que reconocer que el autor hace un uso magistral de la
elipsis; con tan solo unas pinceladas y unos detalles insignificantes nos hace
imaginar el tremendo drama que ha padecido el niño durante gran parte de su
corta vida, sin necesidad de entrar en un relato pormenorizado de todos y cada
uno de los abusos de los que ha sido objeto.
Mención aparte merece la figura del cabrero, ese personaje
que casi sin pronunciar una palabra se gana la confianza del protagonista y le
transmite unos valores que probablemente lo acompañen
el resto de su vida
(lealtad, respeto a la vida y a la naturaleza, solidaridad...); todo lo
contrario que el alguacil, representante de la España más negra y sórdida, del
caciquismo y el derecho de pernada.
Por último, nos alegra saber que está en marcha la adaptación al cómic de la novela por parte del ilustrador Javi Rey, tras
algunas conversaciones con Jesús Carrasco, quien le ha intentado transmitir el
sentimiento y el ambiente de la obra. Será sin duda un buen trabajo, aunque se
trate de dos lenguajes narrativos tan diferentes.
Recordad que la próxima tertulia, gloriosa clausura del curso, versará sobre Un lugar de paso, de nuestra querida mater fundatrix Josune Intxauspe. Se celebrará el 7 de julio en la librería Pynchon&Co.
Recordad que la próxima tertulia, gloriosa clausura del curso, versará sobre Un lugar de paso, de nuestra querida mater fundatrix Josune Intxauspe. Se celebrará el 7 de julio en la librería Pynchon&Co.
1 comentario:
Qué palabras más exactas, querido Emilio, para reseñar la obra y los sentimientos que nos produjo a algunos de los lectores. Sin contar la historia se percibe la angustia y no te ha faltado detalle para describir unos personajes tan extremos.
Pa mí, ha sido una de las historias más crudas que he leído últimamente, la que más sensaciones me ha sugerido, quizás también porque no me es del todo desconocida la dureza y la soledad del campo.
Gracias por la reseña
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