lunes, 5 de marzo de 2018

Annobón

(de Luis Leante)

Ya ha pasado un tiempo desde que nos reunimos con uno de nuestros autores preferidos para comentar su última novela. Josune nos hace una estupenda y precisa crónica, como siempre, de lo que allí hablamos.


La novela reúne las virtudes que suelen caracterizar a las narraciones de Luis: agilidad, interés e impecable armazón. Yo añadiría un valor más que singulariza a esta obra: su potente oralidad.
         El punto de partida lo constituye la investigación emprendida por un escritor a raíz de una impactante noticia: el hallazgo, en una localidad del sur de Francia, del cadáver momificado de una mujer. El azar irá encadenando los movimientos de su indagación hasta situarlo en el hecho central: el asesinato, en noviembre de 1932, del Gobernador de Guinea a manos del sargento de la Guardia Civil Restituto Castilla González cuando aquel visitaba Annobón, la pequeña isla en la que Castilla, inspirado por los principios de la República, había fundado una comunidad. El sargento será juzgado y condenado por este crimen y Alfonso Pedraza Ruiz ejercerá de abogado defensor. La novela cuenta la historia de los dos personajes a través del relato de sus respectivas hijas, Cesárea Castilla Martín y Pilar Pedraza Pardo. Sin embargo, la verdadera protagonista es Teresa Martín Martos, la hermosa mujer con la que, en épocas distintas, los dos estuvieron casados. Cabe destacar que uno de los alicientes principales de la lectura lo constituye la curiosidad que despierta este hecho, y así el modo en que Teresa forma parte esencial de la vida de ambos se convierte en un soporte básico del esqueleto narrativo.
Annobón nos traslada a unos años tristes, a vidas desdichadas, injustamente truncadas por la Guerra. Sirva de ejemplo el propio Alfonso Pedraza Ruiz, quien obtuvo el número uno en las oposiciones a judicatura a mediados de 1936 y nunca llegó a ocupar su plaza, primero por el estallido de la contienda y luego por la orden de un ministro de impugnar el resultado de las pruebas. Ya en Madrid, su tarea es defender a multitud de encarcelados, entre ellos Restituto Castilla, quien quizá lo salvara de la cárcel en un desgraciado incidente en que se vio envuelto a los dieciséis años. Pedraza utiliza la influencia de su suegro, Pardo Andújar, para que liberen a la mujer de Castilla, Teresa, y a su hija, Cesárea, injustamente retenidas. Ahí comienza su perdición.
Además del hecho de amar a la misma mujer, Restituto Castilla y Alfonso Pedraza tienen en común un rasgo primordial de su carácter: la entrega irracional y finalmente destructiva a aquello en lo que creen y que consideran su deber vital, aunque por el camino sucumban a la pasión o a una extraña forma de locura y se extravíen. Creo que por esos derroteros transcurre el tema de fondo de la obra, junto con la otra cuestión a mi juicio importante: la imposibilidad de hallar una sola verdad en la explicación del pasado, tal como nos demuestran con sus respectivas versiones Cesárea Castilla y Pilar Pedraza.
         En la tertulia se fueron mezclando varios relatos: la novela que Luis ha escrito y nosotros hemos leído, la narración que cada una de las hijas ofrece a su interlocutor desde interpretaciones bien distintas de unos hechos que llegan incluso a no parecer los mismos, y el que procede de la apasionante descripción que el autor, allí presente,  nos regaló sobre cómo y de dónde surge el embrión de esta obra. (Por cierto, ¡qué bien cuenta Luis cualquier cosa!). Más de una vez le he oído decir que suele acudir a hechos históricos como punto de partida de sus novelas porque le falta imaginación, apreciación que como lectora yo no comparto. Es verdad que siempre se entrega a una exhaustiva labor de documentación; sin embargo, la trasciende desde el momento en que ha decidido convertirla en materia novelesca y la ficción entra en juego. A propósito de esto, también le he escuchado en repetidas ocasiones que, llegado un punto, se siente incapaz de recordar qué fue real y qué inventado, y es que en la novela eso ya no importa, es del todo irrelevante. Trajo a colación una vez más al escritor peruano Julio Ramón Ribeyro y a su recomendación de “contar la verdad de modo que parezca mentira y la mentira como si fuese verdad”, algo que Luis Leante consigue en sus obras con indiscutible maestría.
         Además de sus novelas, los tertulianos del Sofá siempre le agradeceremos a Luis que responda encantado a nuestra llamada y venga a confiarnos  ese otro relato, el de lo acontecido desde la búsqueda tenaz de documentos, su lectura minuciosa y la oscuridad amenazadora de las dificultades que se ciernen sobre el empeño creativo, hasta la fulgurante claridad de sus palabras en la hermosa penumbra que para la ficción novelesca tejen, bajo su batuta de consumado fabulador, la verdad y la mentira.

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