lunes, 13 de enero de 2020

Sobre los huesos de los muertos

(de Olga Tokarczuk)


Aquí tenemos una vez más las palabra de nuestra inspirada Josune.




Queda un poco lejos aquella tarde de noviembre en que comentamos este libro, pero me van a ayudar mis notas a refrescar la memoria. “Novela desconcertante” es lo primero que apunté, y lo mantengo, porque comienza muy bien, arranca con una potente sensación de intriga, de misterio, y en un tono narrativo original, ayudado por curiosos nombres y preciosas descripciones de una naturaleza fastuosa. El invierno traspasa las palabras y se cuela en nuestra piel. Ahora que por fin lo sentimos aquí, en esta tarde de Reyes en que me he decidido a redactar estas líneas, es lo que evoco con más intensidad y placer. Siempre he juzgado injusto e inmerecido el desprestigio del invierno, aunque me pregunto si pensaría igual bajo las nieblas y heladas de otros lugares… El caso es que la estética paisajística invernal me gusta mucho y en esta novela adquiere gran protagonismo. En realidad, la naturaleza en su conjunto es protagonista fundamental de esta obra. Uno de nuestros tertulianos viajeros, conocedor de la zona donde transcurren los hechos (región montañosa del suroeste de Polonia), nos detalló las maravillas de ese territorio, en el que se halla una especie de reserva natural boscosa extraordinariamente protegida.

La narradora, Janina Duszejko, es una extravagante y solitaria mujer mayor, aquejada de diversas dolencias, antaño ingeniera de caminos y dedicada en el presente a enseñar inglés en una escuela rural de Kotlina Klodzka. Su vida gira en torno a su amor por los animales, su obsesiva afición por la astrología y su devoción por el poeta William Blake. Para completar tan estrafalaria semblanza cabe destacar que se ocupa del cuidado y vigilancia de las propiedades de sus vecinos ausentes durante el invierno. El interés inicial del relato recae en su empeño en aclarar los misteriosos asesinatos de unos hombres que comparten un rasgo: su comportamiento cruel con los animales, pues se trata de cazadores furtivos.

 Sin embargo, el desconcierto al que he comenzado refiriéndome viene dado, a mi juicio, por la suma de características que no acaban de estar bien ensambladas en la novela. El tema ecologista, de indiscutible relevancia, armoniza con muchas de las reflexiones efectuadas por Janina sobre el necesario respeto a la naturaleza, pero se presenta con frecuencia en un tono de discurso, de excesiva y prescindible obviedad. Los elementos que alientan la sospecha de que nos encontramos en un universo simbólico (los nombres, las explicaciones astrológicas, los versos, la extravagancia de los personajes —tanto de la protagonista como de los secundarios―, la recurrente aparición de los corzos…),  por lo que el misterio debería resolverse en clave mágica o sobrenatural, quedan “desactivados” desde un desenlace nada coherente. Resultó interesante en la tertulia el contraste entre quienes lo juzgamos del todo inesperado y quienes lo intuyeron pronto. Es cierto que a la luz del final, las primeras líneas de la novela pueden leerse de otra manera, pero yo reconozco que en la linealidad del relato en ningún momento imaginé semejante remate. Preparada como estaba para aceptar la aparición de unos “corzos justicieros” y dado mi convencimiento de que la construcción novelesca debe apoyarse en una sólida coherencia, encajé muy mal la narración de esa venganza ejecutada de un modo calculado y atroz  por una señora tan astral y sensitiva con la naturaleza. Es verdad que los individuos asesinados tuvieron un comportamiento execrable, pero creo que, siendo justos, no podemos adjudicarle a ella un calificativo menor. Pese a todo, sus amigos la protegen y la salvan. Curioso. En general, pienso que podíamos haber entrado a polemizar más sobre el conflicto de fondo y su discutible resolución, pero no lo hicimos. Seguro que tendremos ocasión de volver sobre él en el futuro.

Alguien comentó que esta novela constituye “una rareza” en el conjunto de la producción de su autora. El caso es que recibió por nuestra parte una acogida desigual: a unos les gustó mucho y a otros, entre los que me incluyo, más bien poco. No obstante, pasamos un buen rato, como de costumbre: cada uno llega a la tertulia con un libro leído y se marcha con ese libro siempre mejorado por las palabras de los demás. ¡Qué suerte la nuestra!





 Nos vemos el próximo 22 de enero para hablar de dos novelas de Juan Pablo Villalobos, Fiesta en la madriguera y Si viviéramos en un lugar normal. ¡Feliz (doble) lectura!
 



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