domingo, 31 de enero de 2021

El pan a secas y Lectura fácil

 (de Mohamed Chukri y Cristina Morales, respectivamente).


Tras un largo paréntesis en nuestras tertulias, provocado por el confinamiento y la posterior imposibilidad de realizar actos culturales, volvimos con ganas de hablar de literatura. Tanto es así, que lo hicimos sobre dos libros, dos, muy diferentes entre sí. Aquí nos cuenta Josune lo que debatió en tan esperada tertulia.


El pasado 23 de noviembre retomamos nuestra tertulia y con ella, un pedazo de normalidad, eso que solemos aprender a valorar con el tiempo, tras experimentar el extravío a que nos condena su interrupción no deseada. Todos estábamos encantados de volver a vernos, en algunos casos después de muchos meses, y de poder hablar de los libros que habíamos acordado leer. Estoy siendo consciente al escribir estas líneas de lo mismo que constaté al


redactar la última reseña, ya en período de confinamiento, que leemos con un estado de ánimo, con unas circunstancias y unas expectativas que afectan al proceso comunicativo abierto entre el autor y el receptor concreto de su obra. Acabo de formular una obviedad, pero necesito resaltarla por la intensidad con que durante este período la he reconocido. No puedo referirme a El pan a secas sin evocar las primeras semanas de confinamiento. Sé que lo estaba leyendo antes de que comenzara esta larga pesadilla; sin embargo, soy incapaz de recordar si el 14 de marzo ya lo había concluido o lo hice después. En cualquier caso, lo asocio a aquellos días tristes, y hasta creo que le guardo cierto rencor por no haber logrado lo que la literatura consigue con tanta frecuencia: arrancarnos de la situación que nos duele y llevarnos a otra más habitable.

            Todos coincidimos en señalar que se trata de un libro durísimo, puramente descriptivo en la mayor parte de sus páginas, alusivas a una pobreza y a una crueldad extremas. Carece de una mínima reflexión sobre cuanto acontece, ni siquiera mediante la referencia a lo que el personaje experimenta en su interior. Adolece de falta de elaboración estilística, de voluntad estética, del consuelo que procura la belleza literaria por encima del afán de trasladarnos a una realidad desgarradora. Alguien sugirió que esa sequedad formal tal vez sea pretendida, acorde con la aspereza vital que refleja y que es absolutamente real. Si esta apreciación fuera correcta, habría que reconocerle al autor el logro de convertir su expresión en espejo de un devenir penoso y desalentador. Chukri, analfabeto hasta los veintiún años, ofrece en este libro la descarnada crónica de la miseria y la brutalidad que lo envolvieron desde su nacimiento en 1935 en el Rif del protectorado español y que marcaron su infancia, adolescencia y primera juventud. Al margen de apreciaciones personales, resulta obligado reconocerle al autor el mérito de una trayectoria vital y artística que logra dejar atrás la miseria y ejercer desde la escritura un innegable compromiso con la realidad y la dignidad humanas.

            Si poco espacio de nuestro reencuentro le dedicamos a la novela de Mohamed Chukri, no ocurrió lo mismo con la de Cristina Morales, cuyo título se halla muy lejos de describir la experiencia lectora de la mayoría de nosotros: de fácil, nada. Fuimos varios los que mencionamos la desorientación causada por las primeras cien páginas (o más) y coincidimos en valorar como insufribles no pocos párrafos dedicados a disquisiciones ideológicas. Tal vez su mayor defecto sea el de la desmesura, la falta de dosificación de un planteamiento crítico y radical que, si bien le confiere una sorprendente audacia a la obra, enmaraña la narración de un modo que la desluce. Hubo acuerdo a la hora de resaltar la originalidad de una voz nueva y potente, sobradamente dotada de recursos lingüísticos y comunicativos, que parece disfrutar de lo lindo poniendo patas arriba numerosos preceptos de la corrección política. El mundo de los okupas, la religión del lenguaje eufemístico, el delicado universo de los discapacitados intelectuales, las trampas del aparato burocrático, la situación actual de la Cataluña del procés, por mencionar algunos asuntos, son diseccionados con dolorosa lucidez, finísimo humor y, en varios momentos, indiscutible ternura.

            La novela nos sacudió, cumplió  la intención provocadora que alienta la apuesta narrativa emprendida en ella por la autora. Genera polémica y ofrece multitud de cuestiones y planteamientos sobre los que aún podríamos estar debatiendo. Nos pareció interesante, recomendable, pero excesiva en su extensión y en la suma de sus pretensiones. Creo que una buena novela es también el resultado de un trabajo de renuncia y señalamiento de límites por parte del escritor, quien opera sobre un territorio necesariamente acotado, lo cual no reduce su libertad creadora ni rebaja el alcance de su voz, simplemente encauza sus propósitos y pone la palabra al servicio de la obra. Cuando esta difícil operación se ejecuta bien, en la armonía estética del resultado final logran brillar forma y contenido sin estorbarse. No es el caso de Lectura fácil, pues en ella no son escasos los momentos en que olvidamos dónde estamos, ante qué personaje nos hallamos y qué sentido tiene la deriva verborreica en que nos vemos sumidos.


Cristina Morales posee inteligencia, referentes culturales, fuerza, atrevimiento y manejo del lenguaje en dosis más que suficientes para construir relatos bien escritos, interesantes, que nos cuestionen y sacudan, y, dada su juventud, dispone de tiempo de sobra para dosificarse y no pretenderlo todo de una vez.

           



No hay comentarios: